Olga Imbaquingo. Corresponsal en Nueva York
No importa si son judías, cristianas o musulmanas. Todas tienen algo que decir y lo mismo que ofrecer: oídos para escuchar al otro y en lo que esté al alcance de sus posibilidades derribar los muros de la ignorancia a través de la educación.
Son las mujeres del documental ‘Nueve Lunas’ a quienes la psicóloga Anahí Rubín, las juntó a través de sus voces, su activismo y su fe. Cuando se las escucha hablar no hay forma de encontrar diferencias que lleven a pensar que las católicas, las judías y las musulmanas beben vino de distinto cáliz. ¡Somos más que un credo!, es un grito interior que busca salir del caparazón de discriminación.
A través de estas nueve lunas se quiere que se mire a las mujeres sin tantas diferencias, porque al fin de cuentas se refugian bajo la sombra del mismo árbol, que unas lo llaman Dios, otras es Allah y unas más Yavé.
Todas se apasionan cuando defienden sus ideas y todas en algún baúl aún abierto de la memoria tienen recuerdos tristes que contar, solo por cubrir la cabeza con un velo, por el color de la piel o por vivir en una comunidad donde la mayoría profesa otra religión.
“Nueve Lunas fue creado para promover el diálogo y el entendimiento entre judías, musulmanas y católicas”, dice Rubín. “No quería mujeres que vayan a sus santuarios a rezar. Las quería religiosas pero activistas”.
Así fue como juntó a profesoras universitarias, una pianista, una rabino, dos defensoras de las mujeres musulmanas y a la mexicana Leticia Alanis, al frente de los inmigrantes.
Aisha Al-Adawiya nació en el sur de EE.UU. en un hogar cristiano. En su adolescencia llegó a Nueva York y abrazó al Islam como su nueva fe. “Me considero producto de una mezcla religiosa y acepté que debo vivir y trabajar en esos dos mundos, que no son tan diferentes, porque persiguen los mismos valores y principios”.
Al-Adawiya es negra y se define como defensora de la justicia social y por ello cree que “hoy más que nunca las mujeres, no importa cuál es nuestra raíz religiosa ni el color de la piel, tenemos que apropiarnos del cambio de la sociedad”.
Viven en permanente actitud y espíritu de desafío para mantener cada pieza de su identidad de género, de color, religión, idioma y origen geográfico. Así funcionan y como dice Al-Adawiya: “no encuentro ninguna contradicción y si las hay que sean bienvenidas porque son un buen comienzo para dialogar”. Más que buscar ese algo que las separa, el trabajo de Rubín fue descubrir qué es lo que las acerca.