Las mujeres y sus hijos agredidos durante la pandemia tienen apoyo

Lourdes y sus hijos dejaron la Casa de la Mujer tras una emotiva ceremonia con velas en el patio del centro de acogida. Foto: Cortesía

Lourdes y sus hijos dejaron la Casa de la Mujer tras una emotiva ceremonia con velas en el patio del centro de acogida. Foto: Cortesía

En la Casa de la Mujer también hay menores de edad, hijos de madres agredidas. Foto: Galo Paguay / El Comercio

Volvió al campo, de la mano de sus cuatro hijas y su último pequeño. Hoy, el paisaje imbabureño se percibe distinto, sin violencia, sin gritos y con nuevas metas. Hace 16 días que Lourdes (nombre protegido) dejó la Casa de la Mujer.

En este establecimiento municipal de Quito, actualmente, están nueve mujeres y 10 pequeños, víctimas de agresiones en el hogar.

Por 13 años, Lourdes, de 32 años, soportó maltratos de su expareja, que se replicaron en sus hijas. La razón: él solo quería descendientes varones. Los puñetes, las patadas y los insultos no faltaron.

La historia llegó a la Junta de Derechos de Imbabura. Llevaron a Lourdes y a sus hijos a una casa de acogida. Allí estuvieron por ocho días hasta llegar a la Casa de la Mujer, en la capital del país, a cargo de la Unidad Patronato San José y cuya ubicación se mantiene en reserva por seguridad.

Desde que pisó el predio, donde un patio lleno de plantas fue la primera estampa en divisar, sintió paz. Por 10 meses, este fue su hogar.

Como nunca antes, la mujer celebró el cumpleaños de sus retoños. La mayor tiene 12 años y el menor, cuatro. Todos siguieron estudiando, en las áreas habilitadas en el lugar, según la edad. Hay educadoras que hacen un seguimiento.

Lourdes y los pequeños recibieron apoyo psicológico y legal. Además, la mujer se preparó para emprender luego de su salida: se capacitó en manualidades, elaboración de ropa deportiva, gastronomía y más.

Ella se inclina por la confección de prendas. Cuenta con ahorros del bono de desarrollo y piensa invertirlos. Por ahora, está en la vivienda de familiares. Tiene una casa propia, pero a medio terminar.

Lourdes reconoce la mezcla de emociones. Por un lado, la tristeza al dejar un espacio donde todos recibieron apoyo y, por otro, la alegría de sentirse fortalecidos, sin miedo, sabiendo que “se puede salir de la violencia”. La despidieron con una ceremonia llena de luz, en el patio que la vio llegar.

Lourdes y sus hijos dejaron la Casa de la Mujer tras una emotiva ceremonia con velas en el patio del centro de acogida. Foto: Cortesía

En la pandemia, desde el 12 de marzo del 2020 hasta el jueves pasado, en Quito se reportaron 25 501 emergencias sobre violencia intrafamiliar.

Las alertas se hicieron al ECU 911. De estas, 17 324 fueron casos de agresiones psicológicas contra la mujer y otros miembros de la familia. Las agresiones físicas sumaron 3 306, las sexuales, 51. Un promedio de 64 llamadas diarias.

Esa problemática la vivió Juana (nombre cambiado), quien está a menos de un mes de dejar la Casa de la Mujer. La joven de 21 años llegó hace seis meses, cuando su hijo tenía apenas tres meses de nacido.

El padre del niño la agredía verbal, física y psicológicamente. Empezó controlando sus actividades y le prohibió otras. En el último contacto con él, “casi me mata”, cuenta.

Juana, al igual que el resto de mujeres del hogar, está en pie desde las 06:00, atiende a su pequeño, se ocupa del aseo de ambos y de la habitación. Los amplios cuartos habitualmente son compartidos.

La jornada sigue con el desayuno. Reciben cinco comidas y se turnan para colaborar en la limpieza del comedor.

Mientras los menores (reciben hasta de 12 años) realizan actividades escolares, Juana y sus compañeras tienen capacitaciones, acuden a trámites legales en compañía de una abogada, a atenciones médicas, terapias psicológicas individuales o grupales. En las tardes se programan actividades físicas, familiares y más.

La joven, quien vivió por un año con el agresor, terminó el primer año de bachillerato durante su estadía en la Casa. Entre sus metas está ser psicóloga y ayudar a mujeres que han pasado por su situación.

A su plan de vida, para el que estos meses recibió una guía, suma un emprendimiento con otra de las usuarias. Ambas se capacitaron y lanzarán su negocio de postres. Le apuestan a encontrar un capital semilla y sostener a sus hijos.

Hasta tanto, mientras el tiempo para la despedida se acorta, Juana recibe apoyo para buscar una morada. Se muestra contenta. Repite que no está sola, que perdió el miedo y que le esperan mejores días junto a su pequeño.

La Casa de la Mujer abrió sus puertas el 29 de enero del año pasado y el 14 de febrero ingresó la primera usuaria. Han acogido a 139 personas, entre mujeres y sus hijos.

El ingreso y la salida son voluntarios. Claro que, especifica el Patronato San José, se considera seis meses de acogimiento, como lo establece el modelo de gestión de casas de acogida para mujeres víctimas de violencia. Hay un proceso que se toma en cuenta.

Las personas que sufren de violencia pueden llamar al 911 para ser atendidas y, de ser el caso, derivadas al establecimiento o a otras instancias. Y está habilitada la línea gratuita 1800 288 523 y una psicóloga evaluará si requiere acogimiento o atención externa.

En Quito, además, están activos seis Centros de Equidad y Justicia y cuatro Juntas de Protección de la Mujer. La Secretaría de Inclusión Social del Municipio de Quito adelanta que se abrirá una nueva, en el Centro Histórico.

Para Lourdes y Juana, los ángeles existen. Y si no los encuentran, llaman a las mujeres violentadas a perder el miedo y a recordar que tendrán a dos guerreras más en la calle, dispuestas a apoyarlas.

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