La coronel cumplió 50 años el 1 de agosto pasado. En 2016 puede ser la primera mujer general de la Policía Nacional. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO.
De una oficina ubicada en el Casco Colonial de Quito aparece una mujer con un traje verde oliva impecable. “Mi coronel buenos días”, repiten los agentes que pasan por su lado. Inclinan levemente la cabeza y siguen su camino. Ella sonríe.
Es martes. La policía a la que saludan es Gabriela Gómez de la Torre, la oficial con más antigüedad entre las mujeres de la institución y con opciones de ser la primera general de la historia. En 1983 eso era una utopía.
Ese año la Policía abrió por primera vez las puertas a las mujeres. Gómez de la Torre vio la convocatoria en el periódico y no lo pensó dos veces. Era la época de Angie Dickinson, protagonista de una popular serie policíaca, y de ‘Los Ángeles de Charlie’. Quiso imitarlas.
“¿Estás segura que eso quieres hacer?”, le preguntó su padre Fabián. Creía que lo de su hija solo era una “novelería, algo pasajero”. La vida no le permitió atestiguar que estaba equivocado. Murió en 1985, a los 52 años, cuando ella apenas cursaba el segundo año en la Escuela de Oficiales.
La coronel evita hablar de él. Ruby Jarrín, su madre, la justifica. “Lo vio morir. Cada vez que recuerda a su padre se quiebra. Llora”. El infarto que apagó la vida del empresario ocurrió en las vísperas de año viejo. Gabriela tuvo unos días libres y fue a verlo al Hospital del Sur.
Mientras conversaba y le limaba las uñas en la cama del hospital, ella sintió un fuerte apretón. Levantó la mirada y vio a su padre con el rostro desencajado, morado. Gritó a los médicos, pero el segundo infarto lo fulminó.
Ese golpe forjó el carácter de la oficial, la última de tres hijas y amante del baloncesto.
Los “gajes del oficio” también la curtieron. En los 32 años de servicio ha comprobado que las historias que protagonizaba Angie Dickinson en Mujer policía eran solo eso: ficción.
En 1987, como subteniente, vivió una de las escenas más duras de su carrera. Era 19 de agosto. Integraba la Brigada de Homicidios y tuvo la difícil tarea de ir al levantamiento de los cadáveres de dos compañeros.
Los agentes fueron asesinados en una emboscada perpetrada en el Hospital Eugenio Espejo, cuando custodiaban a un subversivo de la agrupación Alfaro Vive Carajo que había sido apuñalado en el penal García Moreno. Seis armados, vestidos con batas médicas, abrieron fuego y rescataron al herido. “Se sentía impotente. Le dolió mucho. La vi llorar en su habitación”, cuenta su madre.
Pese a esos pasajes tortuosos, a Gómez de la Torre siempre se la ve sonreír. “Es un ejemplo de mujer, madre y profesional”, describe Pilar Garzón, “amiga de toda la vida” de la coronel.
Se conocieron cuando tenían poco más de dos años. Eran vecinas en La Kennedy, un barrio del norte de Quito. Vivieron juntas castigos, el amor juvenil, las primeras fiestas… A finales de los 70, las dos se fugaron del colegio para “ir a tomar unas cervezas”. Mientras esperaban la apertura del local, apareció el rector y las llevó “de las orejas” a clases. “Fue la primera y última vez” que hicieron algo así.
Dos décadas después, en 1994, la oficial confesó a su amiga que estaba enamorada y que se casaría con Byron Andrade, su esposo hasta el día de hoy.
La pareja ingresó a la Escuela de Oficiales en 1983, pero curiosamente no se conocieron allí.
Él fue becado y a los cuatro meses viajó a Carabineros de Chile. Regresó al país en 1986 y, seis años después, coincidió con la oficial en una dependencia policial de Quito. Ella era jefa del museo de la institución y él ocupó un cargo administrativo en el Club de Oficiales.
Ahí empezó todo. Una noche él se atrevió a invitarla a salir, la llevó a una discoteca y, mientras bailaban, tomó su mano y la besó. Ahora tienen dos hijos.
“Es muy humana, tranquila y tolerante. Eso le ha ayudado muchísimo en los cargos que ha ocupado”, señala su esposo.
Francisco Arana, dirigente del barrio San Martín, en Quitumbe, admite esos rasgos. En su paso como comandante de esa zona, entre 2013 y 2015, la coronel escuchó a los vecinos: “Los oficiales hombres nos recibían de lejitos. Con ella fue diferente. Vengan cuando ustedes quieran nos decía”.
“Ver a una general sería un logro para el género. Somos madres y policías. Es un doble trabajo”, apunta la coronel Verónica Espinoza, una de las seis oficiales mujeres, junto a Gómez de la Torre, que aún quedan de la promoción del 83, pese a que se graduaron 26.
Ambas son amigas y recuerdan cómo en los 90 los propios compañeros se burlaban por la radiopatrulla. “Nos decían machonas, vayan a cocinar”.
Eran épocas duras. Golpear a una mujer no era delito. No había Ley contra la Violencia Intrafamiliar. El maltrato se juzgaba como contravención. El agresor pagaba una multa y se iba a sucasa, asegura Gómez de la Torre. Ella ahora dirige la Subsecretaría de la Policía. Atrás quedaron esas burlas por la radio. Ahora quienes la saludan inclinan la cabeza a su paso.