Una muestra colectiva en la PUCE

Redacción Cultura

La línea que los une es la misma que los divide: la diversidad. Sus formas de entender y trabajar el arte no pueden ser más diversas. Más allá de la generación  a la que pertenecen,  cada uno ha caminado por su lado en la creación.

Eduardo Arroyo, Mauricio Cobo, Cristóbal González Guzmán  y Enrique Váscones, se han valido de esas diferencias para urdir una muestra colectiva  extraña, aunque internamente coherente, a la que han titulado ‘S/T’ y que está abierta en el Centro Cultural de la U. Católica.

No hay una curaduría en sentido estricto. Cuando más, si se hizo una curadoría, fue la del corazón. González Guzmán dice que el principal  vínculo  “viene de una  amistad de décadas”.

Ese único criterio curatorial atendió, además, al pasado, o a ese pasado cernido por la invención que es la memoria. Los artistas se conocieron a principios de los ochenta. Todos eran por entonces jóvenes creadores  que lograron poner obra en la entonces popular La Galería.

De hecho, el afiche que promociona la exposición presenta a los cuatro artistas  dando un paseo por el barrio de La Mariscal, justo donde antes, al principio de esa larga amistad,  expusieron sus primeros trabajos.

Esa evocación sirvió nada más que como pretexto, recuerda Enrique Váscones, pues la idea también era juntar la obra reciente de los autores, lo que habían trabajado en este año.

La oportunidad vino con la apertura que mostró Gaby Costa, directora del Centro Cultural de la Universidad Católica.

“Cristóbal González me propuso hacer una colectiva. Cuando mencionó los otros nombres me atrajo la idea porque conozco el trabajo de cada uno de ellos. Cada uno ha caminado su propio sendero, eso es muy evidente en la muestra. Eso la hace interesante. La percepción del color y de las formas, muy diferentes, tienden puentes invisibles”.

Al principio, cuando uno ingresa a la sala principal del CC-PUCE,  se pueden percibir esos puentes. En las paredes blancas se estiran bailarinas largas y felices, pintadas con feroz armonía cromática. Es la más reciente serie de óleos, titulada precisamente ‘Bailarinas’, de González Guzmán.

El pintor también ha puesto una serie de dibujos en carboncillo  y grafito sobre la misma temática, así como una serie de obras abstractas en pequeño formato. También sus esculturas de dos dimensiones, que representan animales tropicales.

Hacia un lado descansan, como en una vitrina surrealista, seres pequeños y contrahechos, muy coloridos. Son las esculturas de Enrique Váscones. Sus temas exploran por igual la tradición espiritual latinoamericana y los complejos paisajes urbanos de las ciudades actuales. Se trata de 15 piezas trabajadas en terracota esmaltada.

Más allá flotan, en medio de un vasto silencio blanco, las acuarelas de Eduardo X. Arroyo. Son paisajes mínimos trabajados bajo la influencia de una espiritualidad  zen. “Dibujo paisajes tal como se me presentan en la conciencia. El blanco es muy importante, es como el silencio. Probablemente me encuentro en una etapa vital correspondiente a con esa obra que trabajo. Nunca premedito nada. Fluye”.

Hacia el final se esconden los peces y los paisajes marinos de Mauricio Cobo Martínez. Los colores ocres y azules dominan entre las formas de una figuración que trabaja rasgos fuertemente intuitivos.

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