Irán está tan alejado de mí como un esquimal del Polo Norte. Aun así, me estremeció el video de una joven iraní que agonizaba en media calle, tras un disparo de un francotirador.
Se llamaba Neda. Protestaba contra el fraude electoral que el Gobierno perpetró hace poco.
Más que por razones políticas, mi sobrecogimiento fue antropológico, una empatía nacida en el reconocimiento de nuestra común humanidad. ¡Qué desvalidos somos frente a los poderosos y sus capataces!
Irán –al que me encantaría ir, pero ¿iré?– quizá esté más cerca de nosotros de lo que creemos.
Es la tercera economía más grande del Oriente Medio, el tercer país más poblado de la región y el cuarto productor mundial de petróleo.
Además, posee un activo programa nuclear –el Gobierno iraní dice que con fines pacíficos– que lo tiene a las puertas de fabricar armas nucleares (Israel, Pakistán y la India ya las tienen).
Un pleito de y contra Irán puede desestabilizar toda la región y llegar a afectarnos. Ese país alberga una de las civilizaciones más antiguas y exquisitas, sede de faros culturales como la mítica ciudad de Isfahan.
Fue presa de los conflictos por zonas de influencia entre los imperios británico y ruso en el siglo XIX y de la intervención estadounidense a mediados del siglo pasado.
Un país con razones para ser desconfiado con Occidente, se convirtió en un cerrado régimen teocrático tras la revolución de 1979. Luego perdió un millón de personas en una guerra contra el Iraq de Hussein.
Las elecciones recientes se tornaron en un duelo entre el presidente Ahmadinejad –islamista duro– y Mousavi, un político surgido de las entrañas del sistema, pero reconvertido en opositor (una historia común a muchos países).
Por el momento, no hay grietas en el régimen político, y las protestas de las heterogéneas fuerzas opositoras están siendo fuertemente reprimidas.
A las autoridades iraníes habría que traerlas a América Latina a seguir un cursito de fraude electoral.
Resumo las conclusiones de un estudio publicado por el instituto londinense Chatham House: en algunas provincias votó más del 100% del padrón; el partido del Gobierno dizque barrió en las áreas rurales, donde tradicionalmente ha tenido menor votación; y, para ganar por el margen que lo hizo, todos los nuevos votantes y la mitad de los que siempre votan en contra tenían que haber votado por el Gobierno.
No sabemos para dónde irá Irán después de estos oscuros sucesos, aunque temo que el poder bruto se impondrá. Neda ha muerto, lo mismo que decenas más, y sus historias quizá se olviden, como las de tantas víctimas. El avispero del Oriente Medio está al rojo vivo.
La Nación, Costa Rica, GDA