El féretro de Abelardo Vega, un comunero y comerciante que murió en Quito, fue cobijado con la bandera de Ecuador, recibido por cientos de personas el miércoles 16 de octubre del 2019 en su natal Tigua, en Cotopaxi. Foto: Cortesía
En la Calle de las Frutas -así ha sido bautizada la zona de venta frutal del mercado Mayorista, en el sur de Quito- se siente un vacío. Abelardo Vega Caisaguano, un comerciante querido por la comunidad de feriantes, esposo y padre de dos adolescentes, ya no está en su puesto de trabajo, por el cual migró desde Tigua, en Cotopaxi, hasta la capital de Ecuador.
Pasadas las 05:00 del sábado 12 de octubre, Abelardo, de 41 años, fue atropellado por un vehículo en la avenida Teniente Hugo Ortiz, en las inmediaciones del Mayorista. Fue trasladado al Hospital Enrique Garcés, en el suroccidente. No sobrevivió.
Su muerte fue certificada en la casa de salud a las 07:00 de ese sábado, en el contexto de las protestas contra las medidas económicas que incrementaron por 12 días el precio del diésel y de las gasolinas extra y ecopaís.
Rosa (nombre protegido), una comerciante minoritaria, vio herido a Abelardo tras el impacto del vehículo. Ese sábado 12, recuerda, las inmediaciones del mercado Mayorista amanecieron sin actividades comerciales o locales abiertos.
Abelardo Vega, comerciante de 41 años, falleció la mañana del sábado 12 de octubre del 2019, en el contexto de protestas contra las medidas económicas anunciadas por el Gobierno de Ecuador. Foto: Cortesía
Rosa caminaba de regreso por la avenida Teniente Hugo Ortiz, no pudo realizar compras para abastecer su tienda por el cese de ventas. “Escuchamos un golpe fuerte y corrimos. La gente gritaba: ¡Lo mató, lo mató una camioneta!, decían. Regresamos y él (Abelardo) estaba en el suelo”, recuerda.
“Todavía estaba con vida. Allí estaban sus compañeros del mercado que trataban de ayudarlo. Pasaron algunos minutos, llegó una ambulancia y lo subieron. Después supe que había fallecido…”, relata.
En las horas siguientes de ese sábado, la avenida Teniente Hugo Ortiz fue escenario de protestas y enfrentamientos entre la ciudadanía y la fuerza pública. Los manifestantes, entre ellos comerciantes, salieron a las calles para pedir al Gobierno de Ecuador la derogatoria del Decreto 883, que eliminó los subsidios al diésel y a las gasolinas extra y ecopaís. Una situación similar se registró en otro lado de la ciudad, en el Parque El Arbolito, en el centronorte de Quito, espacio de concentración del levantamiento indígena.
Yolanda (nombre protegido), comerciante del mercado Mayorista, recuerda a Abelardo como un hombre amable, servicial, trabajador, un padre que siempre luchó por un porvenir seguro para sus dos hijos, que hoy quedan en la orfandad.
“En la madrugada, que es cuando más trabajo hay aquí, solía pasar y saludaba a todos. Tenía un don de gente que uno sentía que, así no le conozcas mucho, podía ayudarte. Era especial. Aquí, él era muy querido, muy valorado, por eso también respetamos el dolor que siente su familia. Es la pérdida de un buen padre, un buen compañero…”, lo recuerda Yolanda.
La familia ha preferido llevar su luto en silencio. En una ceremonia íntima, amigos y colegas despidieron a Abelardo Vega en el mercado Mayorista el domingo 13. Después, su cuerpo sería llevado el 15 de octubre al barrio Bellavista, en la parroquia San Buenaventura de Latacunga, en Cotopaxi. Allí, sus familiares recibieron sus restos que descansaban en un ataúd cobijado por la bandera del Ecuador. Durante su llegada, también hubo música. Cinco mariachis entonaron Flor sin retoño, una pieza de despedida de Pedro Infante.
Familiares y amigos de Abelardo Vega levantaron su memoria en una sentida ceremonia el miércoles 16 de octubre en Tigua, la comunidad en la que nació y creció. Foto: Cortesía
El miércoles 16 de octubre, su cuerpo fue trasladado a Tigua, una comunidad del cantón Pujilí, cercana al paisaje agreste de Zumbahua (Cotopaxi), en la que nació y creció junto a su familia. Entre un paraje apacible, matizado por el verde de las plantas y las frutas, aprendió del agro y de la siembra.
Una procesión que convocó a cientos de personas acompañó la llegada de Abelardo a su ‘ayllu’, a sus raíces en Tigua, donde fue sepultado. Allí, el luto tomó otro sentido: la memoria y energía colectiva. Hubo música, alimentos, lágrimas, abrazos.
“Había un vacío que todavía se siente y se sentirá por todos quienes lo conocieron. El dolor de su familia, su esposa, sus hijos que extrañarán a Don Abelardo siempre y que hoy están solos. Pero aquí no es como en la ciudad. La gente llegaba con papas, habas, queso…la voluntad de la gente que se comparte entre todos cuando uno de los nuestros se ha ido”, relata un allegado a la familia Vega.
En la cosmovisión andina, dice, “la muerte no es un paso definitivo y no rompe vínculos con la comunidad”. Entonces, evoca una plegaria indígena en memoria de Abelardo: “No te acerques a mi tumba sollozando. No estoy ahí, no duermo ahí. Soy como mil vientos soplando”.
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