Soy optimista por naturaleza y deseo empezar el año sin abandonar mi esperanza que no todo irá mal.
Empecemos por la política exterior. Ya no habrá la pesada carga de la relación tirante con Colombia como consecuencia de la inaceptable incursión en Angostura.
El mejoramiento de las relaciones con Colombia requerirá de alta destreza diplomática, habida cuenta que el régimen de Chávez -aliado de nuestro Gobierno- dedica tiempo y energía a tratar de aislar a Uribe en la región.
El discurso de quien dirige Carondelet tendrá que ser soberano demostrando que solo persigue el interés del Ecuador sintonizado con la armoniosa y pacífica convivencia entre países de la región.
En la parte interna, sin embargo, hay poca opción para la esperanza, especialmente en lo relacionado a nuestras libertades, pero ahí es donde no debe haber espacio para el miedo ni el descanso. Más aún cuando, con sobra de razón, terminamos el año con fuertes mensajes sobre los peligros que se avizoran en el escenario político de no mediar la sensatez.
No recuerdo en todos estos años de democracia, incluso en los más difíciles que hemos pasado, mensajes en el que se exprese la preocupación de millones de ecuatorianos por los peligros a la unidad nacional, al derecho a opinar libremente, a decidir qué estudiar, leer y escuchar, legítimas preocupaciones que se leen en casi todos los medios del Ecuador. Quienes ejercen el poder tienen el deber democrático de procesar esas preocupaciones con respeto y sin soberbia, como claramente recomiendan los mensajes a los que hago alusión.
Ciertos voceros del Gobierno, en un ejercicio austero de la verdad, olvidan que muchos de los actores de Alianza País usaron y hasta cabildearon espacios en los medios a los cuales ahora se quiere callar.
En el frente militar se profundizará el conocimiento y el control civil de las FF.AA., lo cual es saludable para cualquier democracia. Pero ese control de las FF.AA. deberá permitir su fortalecimiento y profesionalización sin cargas ideológicas ni tareas que le alejen de su rol trascendental para la supervivencia del Estado.
En el tema indígena se requerirá que lo que se trate con ellos no se haga a espaldas del resto de ecuatorianos. Reconociendo la importancia de sus reivindicaciones, es necesario contar con el criterio de todo el colectivo nacional para las grandes decisiones.
La economía exige un nuevo trato con el sector empresarial, uno que le acerque, que le dé confianza, que le incluya y no lo estigmatice.
Juntos, Gobierno, ciudadanos y empresarios debemos diseñar mejores estrategias para crear empleo y riqueza para un Ecuador mejor. ¿Es mucho pedir?
Columnista invitado