La Plataforma Financiera se ubica en la Amazonas y Pereira; funciona desde el 22 de mayo de 2017. Foto: Vicente Costales/EL COMERCIO
La propuesta de concentrar varios servicios en una sola edificación, con el fin de optimizar recursos, tiene antecedentes en Quito y otras metrópolis.
A partir de 1950, en ciudades como Bogotá, México, Medellín y Buenos Aires, se llevaron a cabo proyectos que buscaban mover los gobiernos locales a zonas delimitadas. El tema cobró protagonismo en Ecuador con la inauguración de Plataforma Gubernamental de Gestión Financiera, que albergará 12 dependencias públicas y atenderá a 3,5 millones de usuarios al año.
Hiperconectar muchas actividades en un mismo punto, sin aplicar medidas paliativas, provoca una suerte de migración interna y ahuyenta a los moradores. Eso se debe a que todo espacio administrativo está activo durante el día y pasivo en la noche, explica Rogelio Dávalos, profesor de urbanismo de la U. Católica. Sin gente que duerma en ese espacio -y que lo cuide-, comienza el deterioro. Los urbanistas conocen a este fenómeno como desertificación.
Hernán Orbea, urbanista, consultor y catedrático lo explica así: las oficinas llegan junto con el comercio informal, el tráfico, el ruido y la falta de estacionamientos. Y los vecinos se van del lugar.
Ese es uno de los problemas de la arquitectura monofuncional, dice el urbanista Diego Hurtado. Hoy ya no se busca concentrar actividades en un solo lugar, sino tener zonas mixtas. Cita como ejemplo a Brasilia, una ciudad compleja con grandes bloques emblemáticos, que se desarrolló en los años 50 como un megacentro administrativo.
Brasilia -dice Hurtado- no fue eficiente, por ejemplo, en lograr una convivencia. Es una ciudad sin vida, carente de espacios públicos eficientes y poco atractiva para vivienda.
También cita como un ejemplo más cercano lo que ocurrió en Quito a mediados de los 60, cuando la Corte Suprema, el Poder Judicial y los juzgados se consolidaron en el sector de Santa Prisca. Las edificaciones se llenaron de oficinas, la zona se degradó y perdió valor en apenas seis años.
Orbea cuenta la experiencia de Medellín, Colombia, que en 1980 movió el centro administrativo del Municipio y las empresas públicas a un gran centro del convenciones en Alpujarra. El resultado fue positivo, pese a problemas de inseguridad, ya que cuando los burócratas terminaban su jornada, el lugar era un “desierto urbano”, lo que era aprovechado por la delincuencia.
Para Hurtado, un equilibrio es posible en los alrededores de la plataforma si se aumenta la densidad poblacional y se aplican mecanismos para bajar los costos de construcción.
En París, entre 1970 y 1980 se construyó el proyecto de La Defense, una moderna zona de negocios donde funcionan grandes corporaciones estatales y privadas. Ese es uno de los pocos ejemplos, donde no se sacrificó la vivienda, ya que se impulsó la creación de oficinas y residencias, según Orbea.
Los urbanistas prevén que en los próximos años, los espacios originalmente residenciales en Quito darán paso a negocios que orbiten alrededor de los servicios públicos: oficinas de asesoría, copiadoras, papelerías, almuerzos…
Patricio Orbe, gerente del Proyecto Plataformas, explica que la obra se construyó pensando en la gente. Los usuarios no tendrán que movilizarse en vehículo y eso es un ahorro de tiempo. Añade que es un proceso de mejora de los servicios y que en un futuro se apunta a que ese tipo de trámites se los realice desde el hogar.
Entre los efectos positivos de la concentración de dependencias, Hernán Orbea destaca el desahogo de los centros históricos de las actividades burocráticas. Además, se dinamizan nuevos sectores, se brinda un mejor servicio al ciudadano y se mejora las condiciones de trabajo para los funcionarios.
El urbanista y profesor de la U. San Francisco, John Dunn, añade que estos edificios se vuelven un símbolo de la presencia y poder del Estado.
En Bogotá también se implementaron los Centros de Atención Especializados que funcionan a nivel local. Allí, y pese a los conflictos de movilidad, la experiencia fue buena, explica Gustavo Durán, investigador de la Flacso.
Para José Ordóñez, director del Instituto de Planificación Urbana del Municipio, es importante mantener el interés de los vecinos de seguir viviendo allí, para lo cual hay que motivar nuevos proyectos habitacionales y recreacionales.
También, es urgente buscar alternativas para evitar problemas de movilidad que pueden hartar a los moradores de la zona, dice el concejal Sergio Garnica, de la Comisión de Uso de Suelo del Concejo, quien cree que una opción es construir parqueaderos subterráneos en La Carolina.
Los urbanistas dan más ideas para solucionar este tema: habilitar espacios de sobra que inviten al peatón a ocuparlos. Otra alternativa tiene que ver con motivar el uso de transporte público. Para ello, la propuesta es habilitar un carril exclusivo en la avenida Amazonas que permita viajar más rápido en bus.