Los motorizados son blanco de bandas que operan en pandemia

Alexander Zapata (izq.): “Dejé bloqueado el volante de la moto y puse candados, pero los delincuentes forzaron las seguridades y se la llevaron”. Antonio Gómez (centro): “Estacioné la motocicleta afuera de mi casa, entré a coger la maleta para ir al traba

Alexander Zapata (izq.): “Dejé bloqueado el volante de la moto y puse candados, pero los delincuentes forzaron las seguridades y se la llevaron”. Antonio Gómez (centro): “Estacioné la motocicleta afuera de mi casa, entré a coger la maleta para ir al traba

Alexander Zapata (izq.): “Dejé bloqueado el volante de la moto y puse candados, pero los delincuentes forzaron las seguridades y se la llevaron”. Antonio Gómez (centro): “Estacioné la motocicleta afuera de mi casa, entré a coger la maleta para ir al trabajo, pero cuando salí ya no estaba”. Stalin Oña “Robaron la moto con la que repartía productos a domicilio. Era mi único ingreso; trabajo como repartidor en una farmacia”. Fotos: EL COMERCIO y Cortesía

Las quejas llegan frecuentemente a la Policía Judicial. Unos son mensajeros y otros, repartidores de comida. Pero también hay personas que en estos meses de pandemia usaban las motos para trasladarse a sus trabajos. Todos están en las oficinas judiciales, porque sus motocicletas fueron robadas.

Allí está Alexander Zapata. Asegura que desde hace un año trabaja como repartidor de pizzas en un restaurante de Quito y que el pasado 9 de agosto, poco antes del mediodía, fue víctima de robo.

Recuerda que parqueó su moto en una calle del norte quiteño y que mientras despachaba los pedidos le sustrajeron su bien. “Dejé bloqueado el volante y puse candados, pero los delincuentes forzaron las seguridades y se la llevaron”.

Con Antonio Gómez ocurrió algo similar. Asegura que estacionó su motocicleta afuera de su casa, en La Forestal, un barrio del sur de Quito. Dice que ingresó a la casa a coger su maleta e ir al trabajo, pero que cuando salió ya no estaba. El atraco se produjo el pasado 3 de agosto. “Llamé al ECU-911 y luego de 30 minutos llegaron dos policías, pero no pudieron hacer mayor cosa”.

Al día siguiente presentó una denuncia en la Policía Judicial. Ahora espera recuperarla, pues la necesita para trasladarse a su trabajo, en el valle de Los Chillos, en las afueras de Quito.

Entre marzo -cuando estalló la pandemia por el covid-19- y agosto, en el país se reportaron 2 494 robos de motos. En abril hubo una disminución, pero desde junio se vio un repunte y en agosto bajó.
 
Un jefe policial explica que ese fenómeno se da porque por el coronavirus se incrementó el uso de este medio de transporte. “Los mensajeros o repartidores de alimentos son las personas más vulnerables a sufrir este delito”.

Agentes que rastrean estos hechos saben que los asaltantes usan llaves maestras para romper el seguro o vulnerar el bloqueo del volante.

Usuarios de Twitter y Facebook ya han alertado sobre la presencia de estas bandas.

Desde que comenzó la pandemia aparecieron testimonios de afectados.
Jonathan Romero dio a conocer su caso a través de redes sociales, el pasado 11 de agosto. Ese día robaron su moto en Carcelén, un barrio del norte de la capital. Todo ocurrió cuando la dejó estacionada en la calle, mientras compraba comida en un supermercado. “Cuando salí ya no estaba, pregunté a todos los transeúntes, pero nadie vio quién se la llevó”. 

Presentó la denuncia en la Policía Judicial, pero asegura que todavía se investiga.

Él usaba ese medio para entregar pedidos a domicilio. Dice que ese era su único sustento económico desde abril, cuando fue despedido de una empresa de alquiler de maquinaria. “Compré la moto para seguir trabajando, pero ya no puedo hacerlo”.

Alexis Calvache es otro repartidor afectado. Mientras presentaba la denuncia, contó a este Diario que el 9 de agosto fue a visitar a su madre en La Bota (norte de Quito). Acudió a la vivienda porque su progenitora tenía síntomas de covid-19. Llegó al lugar en su moto, que era además su herramienta de trabajo. Distribuía comida a domicilio tras haber sido despedido de una empresa. En 30 minutos, su automotor desapareció y nadie vio nada.

Tenía rastreo satelital, pero lo desactivaron. La última ubicación marcó en el Comité del Pueblo. Él fue a ese sector en taxi y la buscó una hora, pero no la encontró.

Investigaciones policiales muestran que los delincuentes portan inhibidores de señal para inhabilitar los localizadores.

Luego las llevan a talleres clandestinos para desactivar el rastreo satelital y así venderlas en el mercado ilegal.

Agentes saben que allí pueden costar de USD 300 a USD 400, cuando en los mercados locales las motocicletas para trabajo pueden comercializarse entre USD 2 500 y 3 000.

El caso de Stalin Oña reposa en los expedientes de la Policía. El 22 de julio dejó parqueada su moto en una calle del barrio La Arcadia, en el sur de Quito, mientras visitaba a su pareja. A los 30 minutos salió a comprar comida, y ya no encontró motocicleta.

Utilizaba su moto para trabajar como repartidor en una farmacia.

Guayas, Pichincha, Los Ríos, El Oro y Manabí tienen más denuncias. Allí se concentra el 70% de casos. Édgar Rizo también fue víctima de un asalto. Le apuntaron con un arma y se llevaron su moto.

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