Los policías de grupos élite y militares del Carchi vigilan la pequeña parroquia, donde viven 5 000 personas. Fotos: Álvaro Pineda para EL COMERCIO
En Monte Olivo todavía hay temor. Los habitantes del centro de esta pequeña parroquia del Carchi, dicen que en las noches observan luces en las montañas.
Los pobladores prefieren no hablar y los pocos que lo hacen afirman que son linternas que los mineros utilizan para trabajar clandestinamente en la oscuridad.
Estos grupos dejaron de operar en el día y se fueron del pueblo el 17 de abril pasado, luego de que 100 militares con uniforme camuflaje y fusiles llegaran a la zona y armaran sus carpas en el coliseo local.
Seis días después incursionó un grupo de élite de la Policía.
Las tropas ingresaron luego de que la gente denunciara en forma masiva la presencia de extraños que buscaban explotar ilegalmente las minas de oro detectadas en ese sector.
Este Diario llegó a la zona esta semana y habló con los pobladores. Un hombre cuenta que fue presionado por desconocidos que querían tomarse sus tierras a la fuerza. “Llegaron, instalaron un puesto con palos y plásticos, en un terreno que tengo en Miraflores”.
Dice que cuando pidió que abandonaran el predio, uno de ellos lo amenazó de muerte.
Luego de que los uniformados entraran, los vecinos presentaron cinco denuncias en la Fiscalía del Carchi. Todos se quejaron, porque los mineros ilegales intentaron apoderarse de los terrenos, perforaron el suelo y cortaron árboles.
Por eso, el 6, 7 y 20 de abril protestaron, marcharon, pintaron carteles y exigieron la salida de los extraños.
En el acta que se levantó luego de la asamblea general del 6 de abril se indica que primero llegaron 30 personas, luego 100 y, finalmente, 200 desconocidos que buscaban oro.
La reunión de ese día se desarrolló por iniciativa de la Junta Parroquial y de los universitarios de la localidad, que han emigrado a Ibarra y a Quito.
Tras conocer lo que sucedía, ellos regresaron y convocaron a una reunión en la casa comunal. Ahí acordaron rechazar la minería, pues temen que la explotación antitécnica contamine el agua de los ríos que usan para la agricultura, que es la principal actividad local.
Ahora, la gente sabe que los extraños ya no pueden entrar directamente en carros, pero creen que lo hacen por estrechos senderos y a escondidas.
Los militares mantienen dos puestos fijos de control en la carretera que ingresa desde la vía E-35 hasta Monte Olivo.
El pasado martes, la fuerza pública llegó a un punto en donde se realizan trabajos clandestinos para extraer oro.
El viaje por esta vía de dos carriles, que se inicia con asfalto y termina en tierra, toma una hora en automotor, cruzando las comunidades de Piquiucho y Caldera y la parroquia de San Rafael. En cada retén hay 10 uniformados con fusiles.
Detienen a los vehículos que cruzan por el lugar en el día y la noche. Uno de los soldados ordena descender a los pasajeros. Mientras cuatro vigilan la escena con sus armas, el resto inspecciona el interior del auto y revisa a sus ocupantes. Los soldados se mantienen herméticos en todo momento.
Uno de ellos recuerda que hay ciudadanos que se molestan por el control. Pero tiene la consigna de revisar a todos.
“Nuestra tarea es verificar que no se movilicen armas, explosivos o material minero”, explica Rommel Riofrío, jefe de un grupo que pertenece al Batallón de Infantería Motorizada Galo Molina de Carchi.
En el centro de la parroquia, los soldados caminan por las calles adoquinadas, por el parque principal y por los senderos que suben a las montañas y que están cubiertos por sembríos de fréjol, maíz, tomate de árbol, granadilla, entre otros.
“Ellos vinieron a ayudarnos”, señala la dueña de una tienda, mientras separa los granos de arveja de las vainas.
El martes, el intendente de Policía de esa provincia, Jesús Quishpe, también llegó a Monte Olivo y verificó las denuncias de los pobladores.
Acompañado de cuatro funcionarios y una docena de policías y militares, el funcionario recorrió 45 minutos en vehículo y durante una hora cruzó a pie senderos cubiertos de lodo. Finalmente, llegó al sector El Riñón. Ahí se hallaron tres orificios cavados en la montaña y dos rocas partidas junto al río San Miguel, en las propiedades de los denunciantes.
También se hallaron tres sacos con piedras que contienen partículas de metal. Cada uno pasaba aproximadamente 40 libras. Los bultos estaban escondidos bajo matorrales.
Un policía y dos funcionarios de la Intendencia bajaron a hombros el material, que servirá como evidencia dentro de las investigaciones.
Tras conocer estos datos, los funcionarios no descartan que los mineros ahora recolectan el producto y lo ocultan para sacarlo en la noche o cuando la fuerza pública se retire.
El prefecto del Carchi, Guillermo Herrera, fue una de las autoridades que pidió la presencia de los militares para evitar que las personas dedicadas a la minería ilegal conviertan a Monte Olivo en un lugar como Buenos Aires, en Imbabura.
Eso es lo que los habitantes precisamente temían. Estaban alarmados de que llegaran grupos armados, como ocurre en ese sector. De hecho, los desconocidos que comenzaron a arribar dijeron que estaban allí porque no podían operar en Buenos Aires.