A las montañas de Buenos Aires, en Imbabura, llegó otra fiebre del oro

A este campamento, el más cercano a la mina, se lo denomina ‘Ciudad de Plástico’. Foto: Francisco Espinoza  para EL COMERCIO

A este campamento, el más cercano a la mina, se lo denomina ‘Ciudad de Plástico’. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

‘Ciudad de plástico’. Con ese apelativo se conoce al asentamiento más cercano a una mina de oro recientemente descubierta en la comunidad de El Triunfo, parroquia La Merced de Buenos Aires, del cantón Urcuquí (Imbabura).

El nombre hace alusión a las decenas de casuchas levantadas con troncos de árboles y protegidas con plásticos negros, por los buscadores del metal dorado y los comerciantes, que han llegado hasta esta zona del noroccidente de la ‘Provincia de los Lagos’.

Debajo de esas carpas, los aventureros duermen, cocinan o guardan las herramientas y los sacos con las rocas con puntos dorados, que -aseguran- es oro y que extraen de una loma conocida como La Joroba.

La noticia de que en las montañas de Buenos Aires hay un yacimiento aurífero se esparció entre los pequeños mineros del país, que desde hace tres meses no paran de llegar.

El martes último ingresaron 200 personas -con mochilas y herramientas-, calcula Miguel Tirira, presidente de la Junta Parroquial de Buenos Aires. Cree que desde diciembre último se han instalado entre 2 000 y 3 000 personas sobre estas montañas, cubiertas de una espesa vegetación. La cifra supera a los 1 800 habitantes que viven en la parroquia.

A este campamento, el más cercano a la mina, se lo denomina ‘Ciudad de Plástico’. Foto: Francisco Espinoza para EL COMERCIO

Segundo Castro, nativo de Huaquillas (El Oro), es uno de los recién llegados. Tiene 66 años y emprendió su viaje desde la zona minera de Ponce Enríquez (Azuay). “Vine porque unos amigos me comentaron que han encontrado una veta”.

Castro y los demás llegan a la ‘Ciudad de Plástico’ tras caminar dos horas y media por un sendero de lodo. Antes, él viajó dos horas en una camioneta, por un camino de tierra, que enlaza la denominada Y del Triunfo con Buenos Aires. Se suman tres horas más en autobús, desde la ciudad de Ibarra.

Hasta el año anterior, La Merced de Buenos Aires era desconocida en el país. Los habitantes de esta zona se dedican a la producción de leche, tomate de árbol y naranjilla.

Sin embargo, la fiebre del oro está cambiando la vida de este poblado, cuyos primeros pobladores llegaron en 1912, en busca de tierra fértiles.

Hoy, las casas de paredes de madera, que eran usadas como vivienda de sus habitantes, se han convertido en sitios de hospedaje, tiendas, restaurantes, billares, entre otros.

Leydi Obando, propietaria del comedor Rincón Bonarense, está satisfecha con la inusitada oleada de visitantes. Comenta que antes vendía 15 almuerzos diarios. Pero ahora alrededor de 300. Cada uno cuesta USD 2.

Al igual que este negocio, que tiene 10 años, han aparecido nuevos locales de alimentación. Incluso en los alrededores del Parque Central se han instalado carpas de plástico de personas que han arribado desde otras latitudes del país.

Una de ellas pertenece a una familia que proviene de Zaruma (El Oro). Mientras el esposo busca suerte en la mina, la mujer prepara comida para la venta. En las fachadas de otros inmuebles hay carteles a través de los cuales se ofrecen cuartos en arriendo. El alquiler de una noche cuesta USD 5.

También se han multiplicado las tiendas y ferreterías. Curiosamente no hay señal para teléfono celular. La única cabina de telefonía fija permanece abarrotada. Varios locales cuentan con Internet. Eso atrae a los foráneos, para comunicarse con sus familiares mediante el uso de WhatsApp.

La bonanza también atrajo a propietarios de camionetas y camiones, que transportan pasajeros y bultos con rocas. Una carrera desde la Y de El Triunfo hasta el centro poblado de La Merced de Buenos Aires bordea los USD 40.

Existen incluso vehículos de alquiler que han llegado desde Loja, Machachi o Ibarra. Pero si los precios de los servicios han escalado en la cabecera parroquial, estos han subido aún más cerca de la mina.

Ahí un plato de arroz con carne de res o pollo y un plátano maduro frito cuesta USD 5. Una botella de agua, 2.

El día es soleado en la zona montañosa en donde se han abierto fosas para extraer el material, pero en las tardes llueve. A pesar del temporal, la gente no detiene su trabajo.

Unos extraen las rocas con el mineral usando barras y picos, mientras otros las depositan en sacos de plástico.

También hay obreros que transportan en sus hombros las cargas, que pesan 35 kg, hasta unas tarabitas que se han instalado, de montaña a montaña, para agilitar el transporte del material. El envío de cada saco vale entre USD 3 y 6.

La presencia de los mineros informales atrajo la atención de la Policía y la Gobernación, que diariamente detienen a ciudadanos y vehículos de carga que intentan llevar el material hacia el sur del país, en donde están las chancadoras de piedra y laboratorios. La Fiscalía de Imbabura inició procesos contra 30 personas, acusadas de explotar, extraer y transportar recursos mineros sin autorización.

A inicios de este mes, la gobernadora Marisol Peñafiel informó que se realizan varias acciones por este tema, pero no son públicas por seguridad.

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