Cuando mi decisión de terminar mi suscripción de 20 años a EL COMERCIO estaba casi definida, llegó a mis manos la edición del 22 de diciembre.
Hace rato que evitaba leer editoriales y comentarios porque me deprimían por su negatividad y crítica destructiva.
Otras veces me llenaba de indignación por el maltrato a quienes supuestamente apoyamos un régimen político autoritario, chavista, comunista y toda una tanda de denuestos.
Atrevidos periodistas, comentaristas o aficionados del escándalo empezaron a gritarnos para que despertemos de nuestro letargo y sumisión.
Aclaro que no soy gobiernista ni correísta…, soy un cristiano humanista que busca afanosamente un Ecuador más fraterno y equitativo.
Me adhiero a la campaña de algunos medios de comunicación y pido más respeto a nuestro pensamiento y opción política por el cambio.
No creo en la libertad de quienes no saben manejar la palabra y aniquilan con el poder de la letra o de la imagen la palabra de los demás.
La palabra (comunicación) no puede ser manejada como una propiedad privada porque es patrimonio social y por lo mismo debe ser regulada por la sociedad a través de la institucionalidad del Estado.
Me refería con sorpresa a la edición del 22 porque sin querer leí el insultante comentario de Carlos Alberto Montaner que, con aparente autoridad platónica o aristotélica, comenta sobre las elecciones chilenas y pontifica que “los chilenos parecen estar al margen de la idiotez ideológica, tan tercamente instalada en la vida política latinoamericana”.
Como antiguo suscriptor, asiduo y crítico lector de este Diario, reclamo y exijo una disculpa pública de Montaner. Es de suponer que, para él, Chile saldrá pronto de la inmadurez continental si triunfa la sabia derecha de Pinochet.
Excedo con mi comentario porque también quiero felicitar al Diario por su cumpleaños y por una incipiente autocrítica que empiezo a vislumbrar en los comentarios de Fernando Larenas, Rubén Darío Buitrón y algunos columnistas invitados.
En el último minuto decidí no terminar mi suscripción al Diario ya que este me ayuda a ser crítico conmigo mismo y a ejercitar la tolerancia intelectual.
Soy docente universitario jubilado de mi tarea magisteril, mas no de mi ejercicio intelectual.
Seguiré recibiendo mi Diario a las 5 de la mañana. Espero que no sea tan negativo como se pone ciertas temporadas y fechas. Ojalá que sea receptivo a las opiniones de las mayorías silenciosas como ese día 22 que transcribe sin comentarios una carta magistral en fondo y forma de Marco Cornejo Ubilluz y deja a los lectores el juicio sobre el editorial que motivó la carta.
Esto me motivó a cambiar mi decisión.
Quiero un diario que me ayude a pensar con libertad y respeto a mi forma de pensar.