Concepción (Chile), DPA
Los militares y el gobierno de Michelle Bachelet no logran aún imponer el orden en el sur de Chile, donde jóvenes armados saquean comercios y recorren pueblos desolados con sus pistolas en ristre.
Alejados del caótico panorama, las autoridades del gobierno central informan de un número provisional de 723 muertos, 10 desaparecidos y un número aún no confirmado de heridos que colapsan los hospitales.
En Concepción, epicentro urbano del sismo que sacudió al país sudamericano, los asaltos a casas y departamentos continuaron durante el toque de queda nocturno, con enfrentamientos a tiros.
“Mi padre se quedó en la casa para defenderla”, dijo una mujer.
La ciudad vive una paranoia. Miles de personas intentan retomar su vida y trabajo, además de comenzar a comprar ordenadamente víveres y gasolina, formando filas de kilómetros de largo. Pero también hay hordas sin control, a sólo cuadras de la sede del gobierno regional.
La presencia militar es más fuerte en la urbe de Concepción, pero en los pueblos aledaños ni la ayuda ni la fuerza del orden han aparecido.
“Necesitamos que nos vengan a ayudar. Hay un grupo de personas con armas que están entrando a las casas y no hay policías acá”, dijo una pobladora de las afueras de Concepción a radio Bio Bío, identificada como Priscilla.
Las personas intentan protegerse ante el caos, mientras llegan a la zona los efectivos militares prometidos por el gobierno.
Algunos policías a caballo persiguen y golpean a asaltantes, antes de detenerlos. A sólo metros de los saqueos, equipos de rescate de bomberos trabajaban hoy incansablemente para sacar de los escombros a las tres víctimas que oyeron de entre los escombros del edificio de 14 pisos que colapsó en pleno centro de la ciudad.
“Tendremos que hacer un trabajo de relojería con unos pequeños orificios para establecer contacto verbal y de imagen”, dijo Juan Carlos Subercaseux, capitán de bomberos.
En tanto, en el pueblo costero de Dichato, la situación es caótica. Los escombros que dejaron las enormes olas posteriores al terremoto cubren cada centímetro del suelo.
El mar sacó de cuajo las casas, mientras las personas se refugiaron en los cerros asustados por las constantes réplicas y los saqueos.
“Llegaron delincuentes a saquear desde otros pueblos”, agrega un vecino que luego vuelve a caer en un silencio profundo, con la vista perdida en los tres kilómetros de tierra ahogada por el mar.
En la capital, los habitantes de la zona noreste de Santiago pasaron la noche en la calle para evitar los robos a pequeños negocios, a la vez que la policía rodeó supermercados. Poco a poco se restablecen los servicios.
El aeropuerto continúa recibiendo algunos vuelos y los terminales de buses permiten la salida viajes hacia ciertas zonas del sur de Chile que no están tan afectadas como el Maule y Bio Bío.
Mientras Chile trata de normalizarse, la ayuda internacional comienza a llegar desde Argentina, país que envió tres hospitales de campaña con personal médico.
La Unión Europea liberó fondos cercanos a los cuatro millones de dólares por expresa petición de la presidenta Michelle Bachelet.
“En solidaridad con el pueblo chileno, ponemos inmediatamente a disposición de las organizaciones que trabajan en el terreno tres millones de euros”, aseguró la Alta Representante de la UE para la Política Exterior y la Seguridad Común, Catherine Ashton.
Las regiones sureñas más afectadas por el terremoto de 8,8 grados en la escala de Richter que golpeó a Chile el sábado, recién comienzan a recibir ayuda coordinada desde el gobierno central. Desde los escombros, miles de chilenos miran a su alrededor para ver cómo comenzar la reconstrucción, mientras ven el testimonio perfecto de que la naturaleza golpea fuerte.