A las pequeñas hermanas María José y Daniela Villacís no les incomoda dedicar sus vacaciones a ayudar a su madre Nancy Cabrera y a su padre Juan, en las labores de agricultura.
Esta familia se dedica todos los días, desde las 06:00 hasta las 16:00, a cuidar su huerta de 200 metros cuadrados, en la parroquia San Joaquín. Allí se cultiva lechugas, nabos, cebollas…
La producción se comercializa en el centro de acopio de la Cooperativa Coopera, en San Joaquín, en el oeste de Cuenca. Esta entidad, desde abril pasado, recolecta todos los productos que sus asociados cosechan.
En la actualidad tiene 1 000 proveedores continuos. Pero el objetivo es subir a 7 000, que son los agricultores asociados a Coopera. Este propósito se prevé cumplirlo en 2010.
José López, administrador del centro de acopio de Coopera, está satisfecho con la iniciativa. “Cuando empezamos, el centro de acopio parecía demasiado grande, ahora nos queda pequeño”. En el proyecto se invirtieron más de USD 2 millones.
La idea de recolectar los cultivos se inició cuando se entregaba los créditos. Para el socio era difícil pagar la cuota, porque sus ventas no eran rentables. Con el dinero que recibía el campesino mejoraba su producción, pero no tenía dónde vender. Si lo hacía era a un intermediario.
Con el centro de acopio, el objetivo es que el productor elimine al intermediario. Cabrera recuerda que antes de este proyecto, ella salía a las 04:00 todos los días a la feria libre de El Arenal, en Cuenca. “Viajábamos con mi esposo, si nos demorábamos perdíamos los clientes, no sabíamos sí íbamos a vender. Era una preocupación interminable”.
Ella vende ajos, nabos, cebolla, remolacha… a Coopera. Cada semana entrega un promedio de 100 atados de toda su producción. Recibe USD 0,30 por atado, antes lo comercializaba a USD 0,20 en el mercado.
Esa misma razón incentiva a Dolores Duchitanga. Ella pasa en su terreno de 200 metros cuadrados desde las 06:00 hasta las 18:00, la mayoría de días. Siembra y cosecha hortalizas para entregarlas en el centro de acopio.
A ella también le motiva el hecho de que ahora tiene un cliente fijo y este les paga un precio más justo. “Antes, los intermediarios me pagaban un 20% menos de lo que recibo ahora”.
Desde el centro de acopio de Coopera, los camiones de recolección salen cada semana a Santa Isabel y Nabón (Azuay) y a Naranjal, Daule, Guayaquil…, en la Costa. De estas últimas localidades traen mariscos y frutas. Allí hay asociaciones que envían su producción al centro de acopio de Coopera, en Azuay.
Para la comercialización se abrieron cuatro supermercados, tres en la capital azuaya y uno en la comunidad indígena de Shiña, en Nabón. La inversión en estos puntos de venta asciende a USD 1 millón.
En el supermercado, ubicado en el barrio Puertas de El Sol, Guillermo Ramón recorre los diferentes pasillos con un pequeño carro. Se abastece de hortalizas, cebollas, ajos, papas y otros productos. En las perchas se exhiben letreros que identifican la ubicación de los productos, como frutas exóticas y cítricas, hortalizas, verduras…
Según Ramón, comprar en estos lugares es mejor que en un mercado. “El producto tiene mejor calidad y es más económico”.
Antes de llegar a estos sitios de venta, dice López, los alimentos son verificados y tratados para que al distribuirlos tengan una buena presentación.
A la familia Villacís, al igual que a los otros proveedores de Coopera, se les paga a las 48 horas de la venta, a través de sus cuentas de ahorro en la entidad. Así, el campesino decide si retira, ahorra para pagar su crédito o lo reinvierte.