Augusta. DPA y Reuters
Phil Mickelson, campeón por tercera vez del torneo de golf Masters de Augusta, jamás tuvo simpatía por su colega Tiger Woods.
Mickelson siempre representó el ejemplo en la sociedad norteamericana: universitario, exitoso, educado, inteligente, buen mozo y formador de una familia ejemplar. Woods llegó al golf desde el lado opuesto, como el afroamericano dispuesto a quebrar los récords de un deporte dominado por los blancos.
Esa lucha eterna entre el mejor de todos, Woods, y el siempre segundo, Mickelson, se trasladó la semana pasada a Augusta, ciudad del estado de Georgia.
Phil llegó a Augusta con su esposa Amy y sus hijas. Esto ocurrió luego de un año de ausencia en las competencias oficiales por el cáncer de mama detectado el año pasado a su mujer. Por eso, el golfista faltó a los torneos como el Abierto Británico. Al poco tiempo, los médicos
también diagnosticaron cáncer a su madre.
El estadounidense privilegió su familia por sobre el golf y eso le llevó a descender al tercer lugar del ranking mundial.
“Fue un año muy emocionante, estoy muy orgulloso por la manera en que luchó mi mujer”, dijo Mickelson tras obtener la chaqueta verde por el
primer lugar en el torneo de Augusta.
Woods también se retiró en diciembre del deporte, pero para reconstruir una familia que, por sus confesas infidelidades, había hecho añicos.
Su esposa Elin jamás apareció para apoyarlo en su retorno.
Así, el ambiente aristocrático de Augusta celebró la conquista del deportista quien mejor lo representa. Eso se evidenció con las declaraciones de Billy Payne, presidente del club, quien señaló que el número uno del mundo decepcionó a los seguidores del golf. “Con sus acciones defraudó a los niños y a los amantes de este deporte”, enfatizó.
Asimismo, tras el final del Masters, Payne destacó que era un gran honor y placer entregar el título a Mickelson. “Él es una gran persona. Es un ejemplo”.
En las competencias, Mickelson jugó un golf perfecto durante cuatro vueltas y se quedó con su tercera chaqueta verde.
Entre tanto, Tiger se retiró cabizbajo: “Vine a ganar y no lo logré”. Además, su futuro es incierto. Nadie sabe cuándo volverá a jugar. También se desconoce si su esposa Elin retornará algún día con él.
El número uno del mundo fue hermético sobre su futuro. “Voy a tomarme un tiempo afuera y a volver a analizar las cosas. Eso será lo mejor en este momento”.
Mickelson se aferra a una familia que vio tambalear por esas jugadas del destino, mientras Tiger Woods naufraga en su intento por reconstruir una relación con la sociedad aristocrática del golf que toda la vida le fue esquiva.
Aún así, Woods se mostró satisfecho por su rendimiento. Esto porque igualó la marca de cuatro eagles (completar el hoyo con 2 golpes menos) en un Masters.
“Fue una competencia dura. Me sentí muy inseguro en cada tiro. Intenté lo más que pude para generar mis propias posibilidades”, señaló el estadounidense.
Al líder del ranking mundial le será más complicado mantener el control de sus emociones, algo que ha considerado una prioridad para intentar reparar su deteriorada imagen.
El número uno mostró su mejor comportamiento desde su llegada a Augusta y lanzó una cautivadora ofensiva para ganarse de nuevo a aficionados y patrocinadores, cuyos ojos no se despegaron casi nunca de él.