Joaquín Ponce Díaz (18 años)
Me da vergüenza. Me da vergüenza que miren a los ojos y no digan la verdad. Me da vergüenza aparentar lo uno y decir lo otro. Me da vergüenza que el mundo entero me estereotipe. Me da vergüenza ser asociado a algo que no creo ni respeto. Me da vergüenza decir de dónde soy y que me vean con desprecio y hasta burla gracias a él.
Me da vergüenza decir que soy ecuatoriano mientras Rafael Correa sea la ventana por la cual el mundo me ve. Me da vergüenza tener que justificar a un gobierno que es injustificable, que no defiende los intereses del pueblo, sino de una ideología, que no actúa basado en el verdadero deseo de progreso sino basándose en que ellos tienen la razón . Me da vergüenza que se nos mire como desagradecidos, como niños maleducados y caprichosos.
Aún así, toda esa vergüenza me produce indignación, no puedo concebir la idea de que las cosas para el Ecuador han llegado a su fin.
Yo no quiero un gobierno que me produzca repulsión. Ya ni si quiera vivo en Ecuador y cada día al ver las noticias es una razón más para preguntarse, ¿por qué nadie da el primer paso ?
La respuesta no importa, lo que importa es que lo que yo siento, seguramente compartido por muchos más. Sé que por el momento las cosas no se pueden solucionar, que nos hemos dejado quitar tanto espacio que algunas cosas ya están perdidas para siempre.
Cada día que leo las noticias veo que caemos en picada, que si no respondemos nos vamos a estrellar. Me da vergüenza esta situación porque el Ecuador está plagado de gente que probó el elíxir del poder y ahora es estadista.
Ellos creen que su recién adquirida popularidad les da permiso a reinventar el mundo. Nos dicen que “la Patria ya es de todos” pero la libre expresión en el Ecuador ya no existe, decir lo que uno piensa está mal y a los que hablamos se nos cataloga de traidores a la patria.
Tanta es la vergüenza, indignación y desobediencia que no tengo problema en ser un “traidor a la patria”. Sí, me da vergüenza decir que soy ecuatoriano y ser asociado con su gobierno, pero nunca me va a dar vergüenza, sino más bien orgullo, decir que soy ecuatoriano y que no estoy de acuerdo con las mentiras.
Estoy cansado que nos callemos y dejemos que el mundo entero y hasta nuestro propio pueblo caiga en las mentiras, para mí eso se acabó.
Podrá regular y controlar la televisión, la radio y hasta la Internet, pero a mí y al resto de ecuatorianos decentes (que somos bastantes) no va a poder callarnos nunca.