Redacción Judicial ‘La primera vez que mi papá me mandó a vender droga yo tenía 5 años. Hace un año no más que vendo caramelos”. El testimonio es de Julián (nombre protegido), quien con apenas 8 años ya sabe lo que es huir de la Policía y de los delincuentes de la droga.Bajito de estatura y con las mejillas tiznadas y sudorosas por corretear entre un bus y otro, Julián deambula por las calles del centro de Quito. “Ya no vendo droga”, dice el risueño pequeño, quien no conoce la escuela.
La situación de los niños callejizados en sectores como San Roque es similar. “Desde las 22:30 hasta las 05:30 es otro mundo. No dejan dormir, uno saca la cabeza porque escucha peleas con cuchillos, hay gritos. A partir de las 21:30 la gente que vive por aquí entra a sus viviendas y se encierra”, relata sor Rosa Albán, directora de la Casa Hogar Mercedes de Jesús Molina, un albergue para niños en el centro de Quito.La casa hogar recibe a menores que son víctimas de abuso sexual, o que están en situación de riesgo por maltrato intrafamiliar. También acoge a niños involucrados con el expendio de droga, pero “cuando nos llega un parte policial, los niños deben ser retirados”, dice Albán. “Nosotros no podemos hacer mayor cosa; su estadía en el hogar es en promedio de dos a cuatro días, y por lo general nunca vienen los papás a retirarlos sino otros familiares, quienes nos indican que los niños van a ser entregados a sus padres”.Para la Policía Antinarcóticos, no son aislados los casos de padres que utilizan a los niños para vender droga. Según Joel Loaiza, director Nacional de Antinarcóticos, hay un abuso, porque los menores no tienen conciencia de lo que hacen. “A veces, padres descompuestos en su hogar, desorganizados en su vida, hacen que esos niños paguen las consecuencias. Ellos crecen en ese ambiente. ¿Cómo decirle a un niño lo que está bien o mal, si sus padres que son supuestamente quienes lo aconsejan lo ponen en este tipo de situaciones?”.Cada mes, la Policía Antinarcóticos de Pichincha encuentra en Quito, en promedio, a cinco menores dedicados a vender drogas. “Mi papá me daba unas fundas chiquitas, yo las guardaba en mi mochila y él me decía dónde tenía que dejar, él no iba conmigo, pero por aquí les veía a los manes que trabajaban con él. Ellos le daban la droga, conseguían. Eran tres, tenían clientes y venían acá”, relata el pequeño Julián, quien carga en la espalda una gastada mochila llena de dulces de tamarindo y chicles de menta. “Los amigos de mi papá a veces me seguían para ver si entregaba y que no me coja la plata. Una vez me pegaron porque no le encontré al tipo al que tenía que darle unas fundas pero yo me salí corriendo hasta arriba y me metí al mercado para que no me encuentren y ya no me peguen”.Los padres exponen a los niños para evitar ir presos. Sor Albán lo refiere: “Cuando los policías les buscan, obviamente los mayores se esconden, mientras los niños se quedan ahí. Ellos saben que los policías traen a los menores a la casa hogar y que a los pocos días los menores se van. Los grandes, que son los responsables, huyen en esas situaciones. Los policías les quitan la droga a los niños, pero, ¿y después qué?”.¿Alguna vez te encontraron los policías? “No, cuando venían tocaba correr o esconderse y como yo era más chiquito no me veían”, relata Julián y sonríe, como si se tratara de una travesura. “Una vez casi me agarran pero como hubo una bronca más allá se fueron a cogerles a esos”.Entre el 1 de enero y el 18 de marzo del 2010, Antinarcóticos encontró a 13 menores de edad con funditas de droga en Quito (9 mujeres y 4 hombres). Una envoltura podía costar USD 3. Esos casos no fueron investigados por Antinarcóticos. Los trasladaron a jueces de la Niñez y Adolescencia, los cuales dispusieron a la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes (Dinapen) que los niños fueran remitidos a los padres o a su representante legal.El teniente Patricio Gaibor aclara: “Eso ocurre cuando los padres o representantes no son quienes han inducido al cometimiento de la infracción”. Él pertenece a la Jefatura de Pichincha de la Dinapen. “A través del Departamento de Trabajo Social de la Jefatura se ofrece una terapia para padres y niños”, asegura el oficial, pero no tiene el detalle de cuántos han solicitado ese servicio. ¿Sabes qué droga entregabas? “Marihuana y coca”, responde Julián. ¿Cuándo dejaste de hacerlo? “Cuando a uno de los tipos le cogieron los toleteros (policías) y mi papá se fue”, dice, y agita en la mano una funda de caramelos. “Los 5 por 25 centavos”, oferta.“Casi todas las noches salía a las entregas, yo entregaba el dinero a mi papá. Cuando arreglaron esa calle (señala a La Ronda) venía más gente y más compradores, les iba bien a los manes. Les compraban un montón de fundas, y también los aniñados que iban a esos lugares, como ya se puso bonito, ahí venían, porque también decían que ya no era peligroso. Mentira, igual robaban y había las broncas, cuchillazos, esas cosas, la misma mierda de antes”.¿Tus amigos también vendían droga? “No; solo yo. Ellos vendían caramelos y robaban algunos, pero solo me llevaba bien con dos porque los otros ya eran grandes”. ¿Te daban dinero por lo que entregabas? “A mí me daban de comer no más; ellos se llevaban todo, decían que le daban a mi papá”.Julián nunca llegó a la casa hogar; nunca fue descubierto. La casa Mercedes de Jesús Molina alberga actualmente a 25 menores, ninguno de ellos por drogas. Las últimas huéspedes por esa causa fueron tres niñas de 7, 8 y 10 años. El 18 de marzo, Antinarcóticos encontró que portaban 28 dosis de cocaína, en el sector de San Roque. Sor Albán refiere que una de las pequeñas ya estuvo a mediados del 2009 en la casa hogar por la misma causa. “Le ofrecimos que se quedara a estudiar, pero no aceptó. Ahora le pregunté qué estuvo haciendo estos seis meses y me dijo que había ganado dinero entregando droga”. La semana pasada, las tres pequeñas fueron retiradas de la casa hogar por familiares. Se desconoce dónde están. Julián pasa la mayor parte del día en la calle, con su mochila. ¿A dónde se fue tu papá? “Yo qué voy a saber, la otra vez que regresamos con mi hermano no estaba”. ¿Hace cuánto fue eso? “Hace tiempo, en agosto, por ahí”. ¿Vives solo entonces? “No, vivo con mi hermano”. ¿Y tu mamá? “Ella le botó a mi papá, mi hermano dice que se fue con otro; yo era chiquito”. ¿Qué hace tu hermano? “Vende caramelos o lo que encuentra, él ya es grande (19 años). Se va más lejos, por el norte, y cuando termina me viene a ver y nos vamos. Él me cuida, no me pega como mi papá. Así le cuento son las cosas por acá. Ya me voy, debo vender toda esta funda”.
El Código de la Niñez contempla derechos Según el artículo 305 del Código de la Niñez , los niños son penalmente inimputables. No serán juzgados por jueces penales ordinarios ni se les aplicarán las sanciones previstas en las leyes penales. Según el art. 307, si un niño es sorprendido en casos que puedan ser considerados de flagrancia será entregado a su representante legal y, de no tenerlo, a una entidad de atención. No será detenido.El artículo 8: Es deber del Estado, la sociedad y la familia adoptar las medidas que sean necesarias para la plena vigencia de la totalidad de los derechos de niños, niñas y adolescentes.Art. 81. Los niños tienen derecho a que el Estado les proteja contra la explotación laboral y cualquier forma de esclavitud, servidumbre y trabajo forzoso que entorpezca su derecho a la educación.