Cinco menores de edad son separados ilegalmente de sus padres cada día

Cómo se dio la entrega de Gaspard a su madre

Cómo se dio la entrega de Gaspard a su madre

Arianaïs recuperó a su hijo el miércoles, luego de que el padre lo entregara voluntariamente. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO.

Por las noches se acurrucaba en la angosta cama de su hija Irene. Abrazaba sus peluches y, cansado de llorar, se quedaba dormido. Releyó cada una de las cartas que su niña de 8 años le regaló. Carlos describe la angustia que sentía al no saber el paradero de su hija: “siempre que la recordaba era como si me faltara el aire”.

La tarde del 27 de marzo pasado, una llamada de la abuelita le alertó que Irene no había llegado a casa después de la escuela. Todavía en ese momento no se le cruzaba por la mente que la madre de la niña la hubiera esperado afuera de la institución para llevársela sin su consentimiento.

A diario, en el país ocurren historias como la de este joven quiteño o como la de Arianaïs.

Ella es la ciudadana francesa que hace dos semanas colgó en las redes sociales un video en el que suplicaba al padre de su hijo que le devolviera a Gaspard, un niño de 2 años.

La semana pasada, ese video se propagó en las páginas de Facebook y la mujer incluso recibió el apoyo de la Organización de DD.HH. Human Rights For All, que opera en Guayaquil.

Un reporte del 2014 de la Defensoría Pública detalla que, cada día, al menos cinco padres y madres pidieron, a través de un juez, que sus exparejas les devolvieran a los niños que se encontraban en otras provincias del país. En ese año se resolvieron 1 586 demandas. Es decir, el 100%.

En el 2013, otros 1 048 niños regresaron a sus hogares, en el país. Pero hay más casos que llevan abogados particulares y la entrega no se registra en el sistema judicial. En el caso de Gaspard, los abogados del papá y la mamá se pusieron de acuerdo y firmaron un acta de devolución.

Con eso, luego de un mes sin noticias, el miércoles 8 de abril el bebé regresó a los brazos de Arianaïs. La extranjera, quien llegó al país a principios de febrero, para pasar vacaciones en Guayaquil agradeció a la Policía por localizar a su hijo. Desde el 7 de marzo, cuando le entregó al padre ya no tenía noticias de él.

Carlos C., en cambio, esperó tres angustiosos días antes de que un juez ordenara a la Dinapen (Policía de niños) determinar el paradero de su hija, la recupere y la lleve ante su presencia para una audiencia. Allí se decidiría al cuidado de con quién quedaría Irene.

El papá cuenta que el día que no volvió del colegio denunció el hecho como desaparición. Uniformados le ayudaron a buscarla en los alrededores de la escuela, en Conocoto.

Al siguiente día, un sábado, decidió llamar a la madre, con quien no tiene una relación desde que ella los abandonó cuando la niña tenía dos años. Su propósito era contarle lo que había pasado. Para su sorpresa, Irene contestó la llamada telefónica. “Estoy bien; tengo un perrito”, le dijo.

Luego le pasó el teléfono a la madre. La discusión fue intensa. Cerró la llamada, pero antes le advirtió que en ese momento iría a su casa para llevarse a la pequeña. Al llegar al departamento de su ex, vecinos le dijeron que hace cinco meses la mujer ya no vivía en ese lugar.

Los padres de otra niña de 11 años también tuvieron una acalorada pelea. Se acusaron mutuamente de descuidar a la pequeña. El hombre denunció hace dos semanas a su exesposa de “abandonar” a su hija. Un día después, una delegación de la Dinapen de Pichincha visitó la casa de la mujer en Quito para realizar un estudio psicosocial de la menor. Es decir, establecer si su entorno es adecuado para su desarrollo.

El informe que presentaron ante el juez que ordenó la diligencia detalló que el día de la entrevista la niña había pasado 18 horas sin comer. Además, la mamá tenía aliento a licor.

Tres días más tarde, el juez ordenó que la niña se fuera con su padre temporalmente. Fue una medida de protección, mientras se investiga más a fondo la posible vulneración derechos de la infante.

Al siguiente día, cuando la niña salía de clases, la madre la retiró de la escuela. Desde entonces se niega a entregarla a su padre. Ella asegura que “él no tiene tiempo para educarla”.

Para el coronel Roberto Henríquez, comandante de la Dinapen en Pichincha, los padres, madres e incluso abuelos son quienes principalmente se llevan a los niños. En el 90%, los menores retornan a sus hogares en una semana, pero si los esconden o los sacan del país el trámite toma meses y años.

Este tipo de acciones se denomina retención indebida y está determinada en el Código de la Niñez y Adolescencia.

El art. 125 señala que el padre, madre o cualquier pariente que retenga indebidamente a un menor podrá ser requerido ante la justicia para que lo devuelva “inmediatamente” .

Ante una negativa, un juez de la Niñez podrá ordenar su prisión, detalla Elizabeth Chávez, jefa de Patrocinio Judicial del Área de Niños y Adolescentes, de la Defensoría Pública. La jurista explica que si el niño sale del país su restitución queda a cargo del Ministerio de Inclusión Económica y Social.

Hasta julio del 2014, estos temas los trataba el entonces Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia. Entre el 2008 y febrero de ese año, este organismo tenía pendientes 122 pedidos para que los niños sean devueltos al Ecuador. Esto, porque sus padres los habían llevado a países como Colombia, España, EE.UU. Panamá, etc.

El año pasado, 24 de ese tipo de hechos fueron resueltos. En el caso de Carlos, una orden judicial permitió obtener la tutela temporal de su hija.

Luego de 10 días sin noticias de Irene, un policía de la Dinapen la localizó y las llevó ante la autoridad. En la audiencia, la niña conversó con el juez. Le dijo que estaba feliz con su mamá, porque le había comprado la mascota que su papá siempre le negó tener. Pero cuando le preguntó con quién quería estar pronunció el nombre de Carlos. Dijo que extrañaba estar con él, con sus abuelos y a sus compañeros de la escuela.

Irene volvió a su casa junto a su perro, con quien duerme rodeada de peluches. Su padre sí permitirá que la madre la visite. “Quiero que tenga una mamá”. Pero en la escuela dispuso que no se la entreguen a nadie.

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