Los menores transportan alimentos en el mercado 27 de Febrero de Paute. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
Ahorrar, gastar e invertir bien su dinero es una preocupación para los 54 niños integrantes de la Asociación del Muchacho Trabajador de Paute. Esta agrupación recibe ese asesoramiento por parte de la iglesia de este cantón azuayo.
El proyecto empezó en 1997, cuatro años después del desastre de La Josefina, que dejó centenares de fallecidos, niños desamparados y buscando trabajo, poblados sepultados y familias en la pobreza.
Para ayudar a los menores de edad, la Pastoral Social impulsó un proyecto para apoyarlos con alimentación, educación y atención médica y odontológica. Hace 10 años incluyeron las capacitaciones sobre la cultura del ahorro para enseñarles a administrar bien su dinero.
Los beneficiarios tienen entre siete y 17 años y trabajan los siete días de la semana -en la mañana o en la tarde- en el mercado 26 de Febrero. Son lustrabotas, vendedores de frutas o verduras y llevan alimentos en triciclos.
Durante los 21 años de la iniciativa han asistido a más de 800 menores de edad.
Jonathan Rivera tiene 15 años y desde hace ocho empezó a lustrar zapatos. Ahora, labora en las mañanas en el mercado, con una carretilla. En las tardes estudia y los fines de semana trabaja todo el tiempo.
El sacerdote Hernán Rodas capacita a los niños para que ahorren sus ingresos. Foto: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
En promedio gana USD 20 a la semana. El domingo pasado llegó cerca de las 13:00 al comedor de la iglesia, ubicado frente al mercado. Antes de servirse el almuerzo, contó las monedas ganadas y entregó USD 7 a María Barrera, coordinadora del proyecto.
Se planteó hace cinco años la meta de ahorrar USD 1 al día. Es uno de los adolescentes más constantes, cuenta Barrera, quien esa tarde recibió USD 35 de 15 depositantes. Por lo general, es el promedio de ahorro semanal que entregan.
“Ese dinero nos saca de apuros cuando se enferma algún familiar o sirve para los estudios”, cuenta Edwin Colopu, quien desde hace cuatro años labora como estibador.
En este tiempo ha llegado a tener hasta USD 500 depositados en la Cooperativa de Ahorro y Crédito Jardín Azuayo. “Es bastante para mí que gano USD 25 a la semana”.
Su amigo Marcelo Parra, de 17 años, también ahorra porque ayuda económicamente a su familia y paga sus estudios.
Su madre tiene diabetes y lo que ella gana como vendedora en el mercado no le alcanza para su tratamiento. “A veces le doy mis ahorros”, dice Parra.
El dinero de los menores de edad ingresa cada domingo a una cuenta administrada por el padre Hernán Rodas, impulsor del proyecto. Los recursos están depositados en la cooperativa Jardín Azuayo.
El sacerdote lleva la contabilidad de los depósitos de cada uno de los niños y adolescentes. Para Rodas, no están promoviendo el trabajo infantil, sino “educando a los menores, que trabajan por necesidad para aportar a sus hogares. Les creamos el hábito de ahorrar de sus propios ingresos para enfrentar las necesidades futuras e inesperadas”.
Según Rodas, el proyecto de apoyo surgió para proteger a esta población de algunos adultos que les faltaban el respeto, los aislaban o les quitaban el espacio de trabajo. “Había violencia y maltrato”.
De los 800 niños, la mayoría dejó el mercado de Paute y tienen emprendimientos, señala Barrera. Por ejemplo, han creado pequeños negocios de tiendas, artesanías y cafeterías.
Para que tengan éxito había que enseñarles sobre la administración de sus ingresos, dice Rodas. En este proyecto se dictan talleres de cooperativismo, con ayuda de universidades.
No son ahorros grandes, sino cantidades que van desde USD 0,10 hasta los USD 1 por semana y por persona. Hubo ocasiones que entregaron hasta USD 25. “Tienen una relación amigable con el dinero, que les sirve en alguna emergencia”, explica María Barrera.
Lenín Sozoranga, de 19 años, está en la asociación desde hace una década. Ha trabajado como lustrabotas, vendiendo y enfundando frutas y como ayudante de albañilería.
El año anterior ingresó a la Universidad de Cuenca donde estudia Administración de Empresas. La cultura de ahorro que aprendió dentro de esta agrupación le inspiró para seguir con esta carrera. “Es una experiencia positiva. Acá aprendí que en ocasiones gastamos el dinero en cosas que no nos sirven y hay que ahorrar para nuestro futuro”.