La melancolía de los blancos del Midwest dio el voto a Donald Trump

Cada vez que Bob Patrick cruza el condado de Kenosha al volante de una furgoneta blanca del servicio de correos estadounidense se repite la misma frase: “Nada cambia”. Por eso el 8 de noviembre votó por Donald Trump.

Este cartero bonachón apoyó en 2008 a Barack Obama, al igual que hizo la mayoría de electores del estado de Wisconsin (norte).

Pero este año se ha convertido en uno de los tantos demócratas que han dado un golpe de timón a sus convicciones políticas y han contribuido a que el magnate inmobiliario llegue a la Casa Blanca, provocando un sismo que nadie parecía ver venir.

Esta región del país, conocida como el “estado lechero” y cuna de las famosos motos Harley-Davidson, no votaba por un republicano desde las presidenciales de 1984.

En el condado de Kenosha, sin embargo, hay que tirar de memoria para recordar que la última vez que los vecinos se inclinaron por un candidato conservador fue para reelegir a Richard Nixon en 1972.

“Creo que la gente tenía ganas de algo diferente”, asegura Patrick, de 59 años, mientras reparte el correo entre los buzones de un barrio de casas prefabricadas de la localidad de Pleasant Prairie.

“Nada ha cambiado realmente en los últimos cuatro años, diez años. Y con (la candidata demócrata Hillary) Clinton solo podíamos esperar a que continuara” esta tendencia, afirma.

En este rincón de Wisconsin viven 321 000 habitantes, de los cuales 61% son blancos. Muchos tienen niveles educativos bajos y les preocupa el futuro en la era de la post-desindustrialización.

El paisaje es llano. Al oeste hay granjas agrícolas y al este hay zonas urbanas que en otra época fueron obreras. Por el medio pasa la autopista que conecta Chicago con Milwaukee.

Tierra industrial

En este lugar se entiende perfectamente por qué Trump triunfó con su estrategia de “reconquista” del voto blanco, un plan igualmente exitoso en los estados de Michigan, Ohio y Pensilvania.

“Aquí tuvimos una fábrica de American Motors Corporation (AMC), que quebró y fue comprada por Chrysler. La gran industria se fue haciendo cada vez más pequeña hasta convertirse en una fábrica de motores. Luego, en la década del 2000, esta misma fábrica cerró”, cuenta Eric Decker, presidenta del Partido Republicano en Kenosha.

El lugar es hoy en día utilizado por excavadoras que trabajan por la zona.

Kenosha se ha reinventado parcialmente en los sectores de la distribución y venta online gracias a Amazon, que instaló varios almacenes cerca de la autopista.

Pero la antigua clase popular de AMC y Chrysler, que a veces se inclinaba hacia la izquierda, echa de menos la edad de oro económica.

“Encontraron trabajo, pero no empleos igual de bien pagados que los de antes”, subraya Decker. Esta frustración ha favorecido a Trump, señala, porque prometió revivir su sector.

“Los trabajadores de Wisconsin han tenido durante mucho tiempo un seguro médico, días por enfermedad pagados y jubilación. Hoy pocas empresas ofrecen esto”, dice Alex Brower, responsable del Labor Caucus del Partido Demócrata del estado.

Tres factores, tres sorpresas 

En su pequeña oficina de la Universidad de Wisconsin, el politólogo Thomas Holbrook intenta precisamente entender por qué tanta gente ha pasado de votar azul (demócratas) a votar rojo (republicanos).

Los jóvenes desilusionados han sido, en su opinión, la primera gran sorpresa de las presidenciales.

“La población entre 18 y 24 años que votó de forma aplastante por Barack Obama en 2008 y 2012 ha preferido esta vez a Trump”, cuenta el experto. “Esto duele, porque Clinton contaba con los jóvenes”.

Las personas sin estudios superiores también prefirieron al multimillonario.

“Clinton perdió (Wisconsin) por unos 27 000 votos. Si dos grupos de población cambian (de tendencia) sin previo aviso, basta para que haya una diferencia” en los resultados, argumenta.

La desmovilización de los electores es el tercer factor que explica los resultados.

“El equipo de campaña de Clinton fue menos activo que el de Obama en términos de publicidad, puerta a puerta y visita de la candidata”, destaca el experto político Barry Burden.

“Entre los miembros de los sindicatos, muchos no creyeron que Hillary se enfrentaría a los ricos. Vieron en ella a alguien del 'establishment' que hacía discursos en Goldman Sachs y eso no gustó”, resume.

“Mexicanos y otros hispanos” 

Los partidarios de Trump en Kenosha sufrieron duramente la recesión de 2008.

“He trabajado toda mi vida, mi esposo sufrió hace poco un infarto y yo estaba sin empleo. Intenté encontrar ayuda, ¡pero me la negaron! Sin embargo, los mexicanos o cualquier otro hispano llega aquí y recibe ayuda”, se queja Gail Sparks.

Esta experta en electrónica vive en una casa prefabricada en la zona donde trabaja el cartero Bob Patrick.

Su vecino Joe Dodge, que no puede trabajar por una minusvalía, reconoce no haber votado ni por “Hillary, la criminal”, ni por “Trump, el parlanchín arrogante”.

Pero “conozco a mucha gente que pasó de demócratas a republicanos. Mi mujer, por ejemplo. Durante mucho tiempo estuvo muy implicada porque fue chofer de pesos pesados, pero cree que Hillary no hubiera cumplido nunca sus promesas a favor de los sindicatos. Es una mentirosa empedernida”, asegura.

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