Alberto Molina Flores
A los gobiernos totalitarios siempre les resultó incómoda la libertad de expresión; es decir, dejar que los ciudadanos expresen libremente sus pensamientos, criticas, opiniones, más aún a través de los medios.
Esta historia se vuelve a reeditar con la pretendida ley que se ‘discute’ en la Asamblea. Coincidencia o no, se sigue el mismo libreto de Venezuela; el control a los medios, es decir, la conculcación de un derecho: la libertad de prensa.
‘Mein Kampf’ (Mi Lucha), es el libro que escribió Hitler y se constituyó en la Biblia del nazismo. Hitler señalaba los métodos con los cuales pudo subir y mantenerse en el poder, estos fueron el ‘Terror y la propaganda’; nombró a uno de sus más fieles amigos, Joseph Goebbels como Ministro de Propaganda, quien resultó ser un genio.
Su función consistía en controlar todos los medios, radio, televisión, cine, literatura, etc. Debía impedir que saliera a luz la información que no convenía. Era el encargado de promocionar los logros del Gobierno.
Usó mucho lo que hoy se conoce como marketing social, a través de una propaganda invasora, incansable, sobre todo descalificando a quienes no comulgaban con sus propuestas, promoviendo odios y mintiendo y convenciendo a las masas de cosas alejadas de la realidad.
Goebbels a través de la propaganda divinizó a Hitler. Hitler apuntó en ‘Mein Kampf’ las ideas en las cuales se fundamentó la propaganda nazi.
“¿A quién se ha de dirigir la propaganda? ¿A los grupos intelectuales o a la masa?”. Sus concepciones fueron seguidas al pie de la letra: “La capacidad receptora de la gran masa es limitada, su comprensión escasa, pero, sobre todo, su falta de memoria es enorme. Toda propaganda eficaz se ha de limitar a pocos puntos y estos han de ser presentados como lemas que resulten asimilables y comprensibles aun para el último de los ciudadanos”.
“La masa prefiere al dominador que al que suplica, y aceptará más fácilmente una doctrina intransigente con las demás que otra más democrática y liberal; normalmente no sabe qué hacer con la libertad y hasta es fácil que se sienta abandonada frente a ella. No se siente oprimida ante una dictadura ideológica y conceptual ni le afecta en absoluto la negación de su libertad humana, ya que es incapaz de descubrir la fuerza interior de cualquier argumento. Solo reacciona frente a las expresiones enérgicas, ante las cuales finalmente siempre se doblega”.
¿Será una mera coincidencia con lo que se está proponiendo ahora en la llamada ‘Ley Mordaza’?