Cada día son más frecuentes las quejas de pacientes, consumidores, distribuidores y médicos por la calidad de los medicamentos genéricos que se expenden en el país.
Una serie de reportajes de este Diario mostró que a medida que se intenta masificar la distribución y el consumo de esos fármacos en el país, crecen las dudas acerca de la eficacia y el efecto de dichos productos sobre la salud humana.
El Gobierno ha reivindicado su apoyo a la fabricación y distribución de genéricos como una medida destinada, en especial, a servir a los sectores pobres y medios que no tienen acceso a medicinas de marca.
La decisión es acertada porque se toma pensando en atender las necesidades de millones de ciudadanos, pero uno de los obstáculos para el éxito de esta política es la falta de sistematización de los procedimientos de control estatal, sobre todo en los procesos de distribución y circulación.
La calidad de los genéricos no solo tiene directa relación con su fabricación, sino también con la existencia de un laboratorio que establezca y vigile los niveles de calidad y efectividad de cada producto. La obligación principal de este sería verificar que el genérico actúe en el organismo humano igual o mejor que un producto de marca.
Solamente esa manera de controlar calidad y eficiencia permitiría establecer si un medicamento cumple con las normas y especificaciones técnicas para las cuales debe ser prescrito. Si el fármaco no cumple los estándares técnicos internacionales, debe ser retirado del mercado.
El proceso está empezando y el Gobierno aún puede corregir esas primeras deficiencias. Es lo que se espera para que las promesas en este sector puedan cumplirse.