Cada vez que se miraba al espejo rompía en llanto. Sonia no dejaba de pensar que se le caería el cabello. Los días pasaban y la mujer se aferraba más a su pelo. Después de que el médico le detectó cáncer se hizo a la idea de perder un seno.
Estaba deprimida porque no quería perder algo más. Esa actitud fue muy difícil de entender para su amiga Deborah, quien le repetía: “El cabello crece”.
Cuando las sesiones de quimioterapia le iban quitando poco a poco las hebras de pelo, compró una peluca de cabello humano. “El cáncer es un proceso difícil de asimilar. Me di cuenta de que la peluca hizo una gran diferencia”, cuenta Deborah.
Días después, mientras hacía ‘zapping’, Deborah vio un programa en un canal estadounidense. Era un reportaje de la fundación Locks of Love ( Mechones de amor). “Vi que una reportera fue donde un estilista. Le hizo una cola de caballo y le cortó el mechón. Al final la mujer donó lo cortado a la fundación, donde elaboran pelucas para niños con cáncer y alopecia”.
Después de verlo, investigó en Internet y decidió convertirse en otra donante. “Para la persona que no podía acceder a una peluca que la haga sentir bien, recibir mi cabello tenía un valor incalculable”, dice Deborah.
Durante ocho meses lo dejó crecer. Su larga cabellera rojiza le molestaba en algunas ocasiones. “A veces se me metía en la sopa o me lo jalaban”.
Cuando llegó el momento de cortarlo, los lacios mechones llegaron a medir 25,4 cm de largo. Ese es el mínimo de longitud requerido para elaborar las pelucas que serán donadas.
Hubo varias reacciones tras el cambio de estilo que mostró con el corte del cabello. Algunos alentaban el cambio, otros le preguntaban aturdidos “¿Qué te pasó?”. Una de esas fue Camila, su compañera de trabajo, quien le aseguró que ella nunca se cortaría el cabello para donarlo.
“Mi pelo es lo más preciado para mí”, dijo en ese entonces. Durante su niñez, su mamá le cortaba el cabello porque no sabía cómo peinar los churos de la pequeña. “Apenas tuve edad de protestar no permití que me lo cortaran”, recuerda Camila.
A sus 11 años lo dejó crecer, y cuando llegó a la cintura solo iba a la peluquería para que le cortaran las puntas. En 2003, la enfermedad de su padre cambió las cosas. Murió a causa de cáncer. “En ese momento decidí que dejaría crecer mi cabello para donarlo”, recuerda Camila.
Como de costumbre, todos los meses iba a donde su estilista para que le cortara las puntas. Y desde hace tres meses decidió cortarlo. “Donar no es dar lo que te sobra, sino dar algo importante”, dice con convicción.
Locks of Love se fundó en 1997 y hace donaciones en EE.UU. Las personas que realizan una donación reciben un certificado. “Deborah went to great lengths
to help a child”, es la inscripción, en inglés, que describe el agradecimiento por entregar sus mechones de amor.