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Las mascotas ponen a prueba l­a armonía entre los vecinos

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Los animales deben tener un espacio suficientemente grande. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO

Camina junto a ella, le pide que lo cargue y se acurruca en su cuello. Se llama Mateo, tiene 5 años, es mimado, cariñoso y lo primero que hace al despertar es besarla. Mateo, un schnauzer de evidente mal genio (no para de ladrar) es mascota de Carmen Morales.

La mujer de 45 años debió cambiarse de casa a finales del 2013 por problemas en su departamento anterior, en San Carlos. Los vecinos se quejaban de los ladridos, decían que era agresivo y que los niños no podían jugar en el patio comunal por miedo a ser atacados.

Las molestias entre vecinos a causa de las mascotas son la principal razón para que existan problemas de convivencia entre condóminos. En lo que va del año, la Agencia Metropolitana de Control (AMC), ha registrado 351 denuncias sobre este tipo de inconvenientes.

Xavier López, administrador del Conjunto Cordillera, donde viven 2 000 personas, cuenta que a diario recibe quejas por parte de los moradores debido a temas relacionados con perros y gatos. En su conjunto hay 400 departamentos y viven cerca de 280 mascotas.

Los roces en ese barrio se dan por la presencia de razas agresivas y porque algunos vecinos ubican las casas de los animales en los secaderos comunales. Pero la queja más frecuente es que las personas no recogen los excrementos. Entonces llegan el mal olor y las moscas.

Según la AMC, el 50% de las denuncias tiene que ver con tenencia de perros mal cuidados y dueños que no limpian las heces. El 20% se trata de animales sueltos que ensucian calles y causan temor a transeúntes. Y el 15% por el ruido que ocasionan los animales y que incomoda a los vecinos.

Ese, precisamente, fue el caso de Carmen. Recuerda que Mateo dormía en la sala y que cuando cualquier perro pasaba, sus ladridos retumbaban en el pequeño departamento, sin importar la hora. Tres de sus vecinos le reclamaron por el ruido y el administrador del edificio le dijo que mandaba al perro o debía dejar el lugar. Un mes después, se mudaron.

El intenso ladrido de un perro puede alcanzar los 100 decibeles y la OMS recomienda no sobrepasar los 75. Lo que agrava más la situación es, según Alex Naranjo, de Acción Ecológica, que suele suceder en la noche y es intermitente.

Ese tipo de inconvenientes se genera en toda la ciudad, pero de acuerdo con el Municipio, la Administración Zonal Eugenio Espejo es donde más denuncias relacionadas con animales se han receptado. Solo allí se atendieron un total de 82.
Le sigue Eloy Alfaro, con 41. 

Quito, donde hay más de 3 000 barrios, cuenta con normas para mejorar la convivencia y la tenencia de mascotas. La Ordenanza 048 habla sobre control de fauna y señala que el dueño de una mascota no puede maltratarla, abandonarla en la calle ni bañarla en piletas.

El amo debe dar al animal una casa que lo proteja del viento o la lluvia, sacarlo a pasear, llevarlo al veterinario con frecuencia y cuidar que no moleste a los vecinos.

En cuatro cuadras de Cotocollao, desde la av. De la Prensa hasta la Machala, ayer se encontraron 12 perros en las calles y ocho en patios pequeños de viviendas o en terrazas. Ladrando a las personas y sin un buen espacio para correr.

No hay censos que arrojen cifras sobre cuántos perros hay en Quito. Sin embargo, según la Secretaria de Salud del Municipio, se estima que existen unos 372 500. De ellos, al menos 180 000 se encuentran en el espacio público. No son perros sin dueño, son mascotas que tienen casa, pero los dejan salir para que se alimenten o ensucien en las calles.

Ese es el origen de los problemas ocasionados por los animales: la irresponsabilidad de los dueños. Así lo manifiestan los técnicos del Equipo de Veterinarios de la Secretaría de Salud.

La presencia de perros agresivos es también un problema. De enero a agosto se recibieron 59 casos relacionados con ataques caninos.

Alekey no permite que nadie se acerque a su casa ni a su dueña. Pero cuando Katy Harnisht se le aproxima, baja las orejas y la acaricia con su hocico. La mujer cuenta que el perro es un miembro de su familia y no lo dejará, pese a que los dueños de los otros departamentos le temen. La solución es mantener a Alekey dentro de su hogar. Sus mascotas son parte de sus vidas.

Pichincha es la provincia que más gasta en mascotas. El 2012 invirtió USD 2,5 millones en alimento y ropa y casi USD 619 000 en acicalamiento, alojamiento, veterinarios, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC).

Las sanciones vigentes en la Ordenanza 048

Pasear a su perro por la calle o espacio público sin correa o cadena es una infracción leve y tiene una sanción que va del 10% al 21% de una Remuneración Básica Unificada.

Molestar a los vecinos con ruidos y malos olores de los animales o no alimentar a su mascota es una infracción grave. La sanción va del 45% al 90% de una RBU.

Mantener a la mascota en espacios pequeños, enjaulados o encadenados y no brindarle la atención veterinaria necesaria es también infracción grave.

No cubrir los gastos médicos, prótesis y daños psicológicos de una persona luego de un ataque de un animal es una infracción muy grave cuya sanción es de 10 RBU.

Para denuncias
llame al 1800 500 900 o en las calles El Sol N39-188 y El Universo, o cercándose a las Comisarías de Aseo, de la Administración Zonal más cercana.