Martha Roldós, exasambleísta. Foto: Patricio Terán / EL COMERCIO
Entrevista a Martha Roldós, exasambleísta.
¿Cómo era vivir en dictadura?
Para nosotros era particularmente difícil, porque cuando yo nací, mi papá, era presidente de la FEUE, y después fue líder político de un partido perseguido por la dictadura. Incluso para cualquier persona que vivía en el centro de Guayaquil. Recuerdo mi infancia entre gases lacrimógenos. En el colegio, nos sacaban para protegernos de los gases lacrimógenos. Esa era lo normal.
¿La represión era normal?
Para mí era normal que entraran los policías a mi casa a buscar a mi papá. Oía desde abajo las botas, recuerdo mirando bajo la cama, el gato saliendo disparado. Recuerdo que una vez tratamos de distraerlos mientras mi papá se bajaba dos pisos con sábanas envueltas y luego se escapaba. Varias veces no lo pudieron atrapar.
¿Cómo fue la campaña de 1978?
Muy larga, dos meses para la primera vuelta y para sorpresa de todos, y para sorpresa de mi papá, fue primero.
¿Para sorpresa?
Mi papá pensaba que llegaba, pero segundo. Yo recuerdo el júbilo. Estábamos en la casa. Luego vinieron nueve meses, porque cuando los militares vieron que ganaba mi papá quisieron echarse atrás, se arrepintieron de este retorno a la democracia. Hicieron un periodo larguísimo hasta la segunda vuelta, pero les salió el tiro por la culata porque para un candidato con poca plata, nueve meses sirvieron para recorrer todo el país con poco presupuesto.
¿Cómo fue la vida en Carondelet?
Los primeros días en Carondelet eran raros. Era adolescente y en la noche me daban miedo los cuadros de la escuela quiteña, sombríos. Uno extraña a sus amigos.
¿Cuál es el legado de Jaime Roldós?
Ahora que soy mayor que cuando murieron mis padres, me sorprende su profunda madurez y su bondad para la edad que tenían. He conocido gente de mi familia o personas a las que tratado que se enloquecieron con el poder, me parece formidable cómo mi padre se mantuvo íntegro ante el poder, cómo el poder no lo mareó.