Parada de la Ecovía de la estación Marín Central en horas de la noche. Los ciudadanos no respetan las normas de bioseguridad y se amontonan para tomar el transporte municipal. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO
Desde las 06:00, el Playón de La Marín, ubicado en el centro de Quito, es un hervidero de personas que confluyen de diferentes zonas del Distrito Metropolitano. Caminan apresuradas por los andenes hasta tomar el servicio de transporte municipal y público que las traslada a sus trabajos o para realizar otras actividades.
De igual forma, los pasajeros que llegan desde el valle de Los Chillos se acumulan en la estación y tienen dificultades para caminar. “Los buses vienen saturados, incluso los que se dirigen a la parada frente a la Universidad Politécnica Salesiana. Cuando nos bajamos en el Playón de La Marín nos aglomeramos”, señala Víctor Velásquez que salió de su casa ubicada en La Armenia.
José Quinga madruga todos los días a las 05:00 para salir de la parroquia de Conocoto. Siente miedo de contagiarse de covid-19 porque los buses se movilizan repletos de personas, pero debe llegar temprano a su trabajo en Quito.
Parada de buses que llegan del valle de los Chillos, en el playón de la Marín. Personas que usan el transporte publico se aglomeran en la estación. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
Lo mismo ocurre con los articulados del Corredor Suroriental que llegan con pasajeros sentados y de pie. Por momentos se forman filas con alrededor de 150 usuarios, quienes esperan por las unidades del Corredor Central Norte.
“Se deberían incrementar los controles. Por las tardes tenemos el mismo problema”, asegura Pablo Cabascango, morador de la ciudadela Ibarra, en el sur de la ciudad.
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