En la marcha del 19 de marzo, el exdirigente de la FEUE, Marcelo Rivera (centro), participó junto con los maestros. Foto: Juan Carlos Pérez / EL COMERCIO
Es director del área de historia y ciencias sociales en un colegio particular. En sus clases es muy poca la teoría sobre los episodios que en el pasado marcaron al país y América Latina. Marcelo Rivera hace que sus alumnos capten sus clases con el acontecer cotidiano, ‘para que se nutran de lo que pasa en este rato en el Ecuador y en Santo Domingo de los Tsáchilas’.
Este exdirigente de la Federación de Estudiantes Universitarios del Ecuador está radicado en la provincia tsáchila desde abril del 2013, donde se dedica a su profesión: el profesorado. O, como lo dice su ‘camarada’ Polo Flores, “siguió el camino de la mayoría de luchadores populares del extinto Movimiento Popular Democrático”.
En el 2013, Rivera recobró su libertad tras cumplir tres años y dos meses en prisión como consecuencia de dos sentencias. La primera fue de un año por la agresión al exdiputado del Prian, Oswaldo Flores, quien entonces se oponía a la convocatoria a la Asamblea Constituyente que impulsaba Alianza País.
La segunda condena fue por los daños en una infraestructura donde se desarrollaba la sesión de Consejo Universitario de la Universidad Central del Ecuador. En ese mismo hecho, el rector Édgar Samaniego sufrió lesiones y de aquello fue acusado Marcelo Rivera.
El exdirigente señala que por más que desee no puede olvidar el nombre de la persona por la que fue a prisión. En su título de docente en Ciencias de la Educación está la firma de Samaniego. Y paradójicamente gracias a este diploma universitario, Rivera pudo conseguir un trabajo en un colegio de Santo Domingo.
Este plantel fue el único que lo admitió luego de que se le cerraran las puertas por los problemas que tuvo en el pasado. Incluso tuvo dificultades para rentar un departamento, pues los dueños de casa decían que querían evitarse problemas con el Gobierno.
Ya en Quito le daban esas respuestas. Ante la barrera que tenía para rehacer su vida en la capital llamó a sus amigos de provincias y los primeros en ofrecerle ayuda para flotar fueron los antiguos dirigentes de la Federación de Estudiantes Secundarios en Santo Domingo.
Al pisar tierra tsáchila lo primero que hizo fue llevar carpetas a colegios y también incursionó con un negocio nocturno. Se puso un bar llamado ‘La Zurda’ en el que con amigos tocaba algo de rock. Pero la bohemia, las largas noches de parrandas hasta el amanecer no era lo suyo y prefirió cerrar el negocio.
Cristina (nombre protegido) es alumna de Rivera y señala que gracias a él consiguió interesarse en temas políticos y sociales que antes no estaban en su agenda. Por ejemplo, dice, entendió que debe haber una lucha permanente para conseguir que Santo Domingo tenga una universidad pública. Ella asegura que todos los años muchos bachilleres se ven forzados a migrar a otras provincias para seguir los estudios superiores, porque en la provincia solo hay centros de estudios particulares donde la educación tiene un alto costo.
Ahora ella participa en la campaña que Rivera inició para recolectar firmas en busca de promover la creación del centro de estudios públicos, una actividad paralela que realiza a la de recopilar rúbricas para la inscripción del movimiento Unidad Popular para suplantar al MPD ante el Consejo Nacional Electoral.
Bajo el paraguas de este frente político asesora a organizaciones sindicales y barriales. Esa es otra de las ocupaciones que ejerce Marcelo Rivera desde que vive en esta provincia. Lo hace con sus conocimientos en jurisprudencia, pues cursa el décimo ciclo de Derecho y este año espera graduarse como abogado, cuyas materias comenzó a estudiar en prisión.