El año pasado, la producción creció relativamente poco. Pero el consumo creció bastante. En otras palabras, estamos produciendo poco y consumiendo mucho. Agradable, muy agradable, pero escasamente sostenible.
Entre 2009 y 2010, la producción creció poco. En realidad, tuvimos el segundo peor crecimiento de América del Sur (el único país que creció menos fue Venezuela, aunque, más exactamente, decreció). El dato del PIB, que mide la producción del país, nos dice que en 2010 produjimos 3,6% más que el año anterior (todo esto, en base a información del Banco Central del Ecuador.
Pero un país que crece 3,6% no se parece al Ecuador que se ve. Un país con un crecimiento tan bajo no podría tener los centros comerciales tan llenos como están los del Ecuador, ni tener tantos autos nuevos circulando por sus calles. Con 3,6% de crecimiento no deberían haber las colas en los cines y los restaurantes no podrían estar tan llenos. Pero el hecho final es que las calles no dan abasto a tanto auto, los centros comerciales a tanto cliente, al igual que los cines y los restaurantes. ¿Qué pasa?
Definitivamente el dato del PIB no permite explicar el país que vemos. Para hacerlo, hay que ver otro dato: el consumo. Según el Banco Central el consumo creció el año pasado 8% (obviamente, descontando la inflación). Eso sí es compatible con la realidad. Eso sí es consistente con los autos, las colas, los parqueaderos, etc. Un país donde el consumo crece al 8% se parece mucho más al nuestro.
Entonces, estamos consumiendo, pero no estamos produciendo. Pero para poder consumir se necesita recursos que, al final, vienen de la producción. ¿Cómo estamos financiando consumir sin producir? Sencillo: a través de la constante inyección de plata que hace el gobierno gracias al alto precio del petróleo. En 2010, descontando inflación, el gasto del gobierno creció en 15%.
Si se inyecta dinero a cualquier economía, el consumo aumenta. Pero si se desincentiva la producción maltratando a los inversionistas, la producción igual no crece. Entonces, lo que hay que hacer es atender la creciente demanda con importaciones. El año pasado, las importaciones crecieron en 16% (sin contar la inflación).
Este es el cuadro: una economía cuya producción crece poco, pero que vive un boom de consumo. Todo esto es financiado por un gasto público que está por las nubes, gracias al altísimo precio del petróleo. Para cubrir esa demanda, lo que se puede importar se importa y lo que no se puede importar sube de precio. Así de sencillo. Agradable, mientras aguante el buen precio del petróleo.
Por eso, el año pasado, la importación de maquillaje subió en 34%, la importación de autos y partes aumentó en 70% y en las viviendas, que no se pueden importar, lo que subió fue el precio.