En manos del azar

Era el segundo día de la enfermedad. La gripe de su hijo se complicó, su temperatura bordeó los 39 grados. En tales circunstancias, según había escuchado a las autoridades de Salud, se debían adoptar medidas rápidas. No dudó y se puso en marcha hacia el hospital público indicado. Al llegar con preocupación constató que delante de él estaban decenas de posibles pacientes de la AH1N1 en espera de atención médica.

Ante semejante escenario, lleno de desesperación recordó una declaración reciente de las autoridades: se entregaría el Tamiflu y los reactivos a clínicas y laboratorios privados para descentralizar y volver más efectiva la atención. Tal medida se tomaba en respuesta al desborde y saturación de los hospitales públicos y ante el avance indetenible de la enfermedad. Sobre esta base, tomó una nueva decisión: llevar a su hijo a uno de los mejores hospitales privados de Quito para obtener el diagnóstico urgente, paso indispensable para la toma o no del delicado antigripal.

No hubo mayor congestión en aquel hospital, sin embargo, le señalaron que su laboratorio no disponía de los reactivos aunque sí del Tamiflu. En concreto ese padre de familia se quedó en las mismas, con su hijo enfermo, con la enorme duda encima y con la sensación de impotencia frente a un servicio público saturado y a un privado que tampoco le podía ayudar. “Si se agrava venga en 48 horas, para ver si cabe la hospitalización u otra medida”, le dijeron. Todo quedó en manos del azar, no de la ciencia. Por fortuna, en las horas siguientes la enfermedad cedió. Fue una gripe normal.

De esta malhadada experiencia quedan varias conclusiones: que la agilidad inicial del Ministerio de Salud está menguando. Se percibe un Ministerio desacelerado que al parecer no dispondría de un plan efectivo para esta fase de expansión de la enfermedad. Que algunos anuncios de las autoridades de salud son inexactos. Que no hay coordinación entre el Estado y el sector privado para enfrentar la epidemia. Que el Estado centraliza todo: iniciativa, medicamentos, reactivos, difusión de la información, etc.

Que este modelo es insostenible: un solo actor en el escenario sin capacidad de respuesta o varios actores actuando por su cuenta. Pero también de la experiencia quedan preguntas: sin reactivos en los hospitales privados, ¿se administra el Tamiflu al ojo? ¿Cuál es la consecuencia médica de esto? ¿Los seguros médicos privados cubren los costos de esta epidemia, sobre todo en terapia intensiva?

Alarma la situación a las puertas del inicio del invierno y de las clases en la Sierra. Preocupa la exigua y mal concebida campaña oficial de educación sanitaria.
Solo el diálogo y la acción coordinada del Estado, del sector privado y de la ciudadanía informada pueden ayudarnos a enfrentar con éxito este problema que crece.

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