El Reino de Bélgica es uno de los fundadores de la Unión Europea, y allí se ubican los “cuarteles centrales” de esa Organización. El 35% de su población habla francés, y la gran mayoría se desenvuelve en neerlandés. Es una monarquía regida por el rey Alberto II, quien es el Jefe del Estado. El poder recae en el Primer Ministro. En su territorio se dieron las principales batallas de Europa durante la Segunda Guerra Mundial, así como la célebre de Waterloo en 1815, en la que el Duque de Wellington doblegó a Napoleón Bonaparte.
Es gente emprendedora, democrática, monárquica y, fundamentalmente, amante de las libertades. Desprecian a los déspotas. La Grande Place de Bruselas, una de las más bellas en el mundo, es un símbolo del orden, respeto y cultura. Cerca de allí se encuentra la pequeña estatua de un niño orinando, el Mannenkenpis, que según se dice, su “aguita amarilla” salvó de un incendio a la capi-tal belga. Esta escultura no fue proscrita por actos obscenos a la autoridad.
La monarquía es federal. El Parlamento es bicameral; democráticamente elegido y los parlamentarios no reciben órdenes del Primer Ministro. La prensa es libre. Los debates son ásperos, en donde los adversarios se respetan. No hay insultos, ni desprecios. La gente camina tranquila por las calles, porque el sistema funciona, y los impuestos se gastan en beneficio del Reino, y no del Rey o del Primer Ministro.
Bélgica tiene la tasa más alta de concurrencia a las urnas. La democracia vive. El Rey no in-terviene en campañas electorales, aun cuando se someta a decisión del pueblo temas en que el monarca tenga interés personal. La renta per cápita es una de las más altas del mundo. En este Reino la revolución industrial fue la primera en llegar a la Europa continental.
La economía es abierta. No existen sectores de la actividad prohibidos al capital privado. Todos invierten en empresas, sin que existan limitaciones para poseer acciones de compañías de distinta actividad.
Pues en esa monarquía el señor Correa piensa ir a vivir, Reino que es todo lo contrario a lo que él está haciendo en Ecuador. Bélgica es miembro de una organización comercial internacional, lo que él ha vetado para Ecuador. Las libertades existen, aquí se las combate. El Primer Ministro cumple la ley, aquí la violan. La prensa es respetada, aquí se la irrespeta por temor a que el pueblo conozca las ‘travesuras’ de los gobernantes. La inversión extranjera se la atrae, aquí se la espanta. Los impuestos se los invierte, en Ecuador se los dispendia. En Bélgica a los parlamentarios se les deja cumplir sus deberes, en Ecuador a la mayoría se les ordena.
Por esto, no sé qué va a hacer el señor Correa en Bélgica, en un Estado absolutamente distinto a lo que predica. Si cumple su palabra de irse, “que le vaya bonito”.