¿Manipulación, verdad o paranoia?

William Sánchez Aveiga

Una supuesta conspiración para desestabilizar a su Gobierno denunció, hace poco,  el presidente Rafael Correa en uno de sus monólogos sabatinos, cuyo origen, hoy se sabe, fue un mensaje electrónico emitido por el mayor del Ejército Diego Cuvi a varios de sus compañeros, lógicamente preocupado por el futuro de la seguridad social de quienes como miembros de Fuerzas Armadas se encuentran afiliados al Instituto de Seguridad Social de las Fuerzas Armadas, Issfa.

Sin embargo, hoy es de conocimiento público que el texto del mensaje no contiene absolutamente nada que pueda ser interpretado como un acto sedicioso u ofensivo al Gobierno, pese a lo cual, los superiores del mayor Cuvi han decidido sancionarlo con cinco días de arresto, empañando su carrera militar y afectando con esto también a su esposa, que convalece de una dura enfermedad, a sus hijos adolescentes y a toda su familia.

Recordemos que no es la primera vez que el presidente Correa hace declaraciones que luego se comprueba no tienen sustento.

Seguramente no faltan ecuatorianos deseosos de verlo fuera de Carondelet, mientras otros aún creen en ‘su revolución’.

Quienes se encuentran en el primer grupo deben considerar lo imprudente que sería romper una vez más la democracia y lo conveniente que sería derrotarlo en las urnas, donde triunfó legítimamente, para lo cual habrán de tener no solo paciencia sino sabiduría para no ir de lo malo a lo peor.

Pero recordemos también que ningún ser humano está sobre otro similar; que es el pueblo conformado por la sumatoria de millones de familias quienes somos los mandantes del Presidente; y nada justifica la agresión que se hace a una de ellas, cuyo bienestar debe ser el objetivo supremo de un Gobierno que dice de sí mismo, ser del pueblo. 

Quienes tenemos sensibilidad nos solidarizamos con el mayor Cuvi y su familia, al tiempo que solicitamos al presidente Correa que la próxima vez piense en las consecuencias de sus declaraciones, pues ellas no deben perjudicar a ninguna familia entre sus mandantes.

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