Los manabitas apelan a la fe para reponerse del terremoto

Rosa Vélez, madre soltera de cuatro niños, reza la novena a la Virgen de Guadalupe, en Charapotó (Manabí). Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Rosa Vélez, madre soltera de cuatro niños, reza la novena a la Virgen de Guadalupe, en Charapotó (Manabí). Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Rosa Vélez, madre soltera de cuatro niños, reza la novena a la Virgen de Guadalupe, en Charapotó (Manabí). Foto: Galo Paguay / EL COMERCIO

Existe una tradición muy arraigada entre los católicos manabitas: rezar un novenario cual si fuera una terapia para recuperarse espiritualmente. Y en estos días, estos actos espirituales se han reproducido a lo largo de ciudades y poblados de la provincia como una forma de aliviar la pena que conlleva recordar el primer mes del trágico episodio del 16 de abril.

El piso y las paredes de la iglesia Santa Rosa de Lima, del cantón San Vicente, se trizaron. Pero en el lugar todas las noches, desde las 19:00, se celebra una misa.

Misioneros, religiosas, sacerdotes y moradores del lugar pusieron un atrio y sillas en el patio de la iglesia. Ahí escuchan la ceremonia católica. Cerca del lugar también hay voluntarios y mesas donde se reciben la donaciones. Es un centro de acopio para los damnificados de la localidad.

“Pedimos por los que se fueron, pero también por esta posibilidad de estar vivos y seguir adelante”, dice Carlos Escudero, un misionero que vino desde Colombia para ayudar a la población. Allí también se hacen cadenas de solidaridad entre los catequistas.
Pedernales, localidad de muchos migrantes, las familias que vinieron de otras localidades para vivir del comercio y el turismo. Después del terremoto, muchos se han ido; se llevaron lo que les quedó e incluso a sus muertos, para enterrarlos en su tierra de origen.

El párroco José Posligua cuenta que la fe ha aumentado a partir del sismo y que, al ser el motivo de unidad, las autoridades acordaron que el templo, ubicado en el parque central, debe ser reconstruido.

Mientras tanto la eucaristía se celebra en un patio, frente a un costado de la iglesia, que también les pertenece. Desde otras organizaciones católicas hay religiosas, curas y psicólogos que llegan a Pedernales para colaborar con la atención espiritual, comenta Posligua. Al final de la misa, ellos esperan por quienes quieren conversar o contarles sus problemas.

Tito Ortiz vino desde San Isidro. Su casa y negocio estaban a una cuadra de la iglesia y solo quedó en pie el subsuelo. Ahí perdió a una de sus tres hijas y a su nieta. Sus cadáveres se los llevó a su ciudad y afirma que muchos hicieron lo mismo.

Cuenta que en la zona, también persiste la tradición del novenario, para recordar al difunto tras los nueve primeros días de su muerte. Y ya lloró lo suficiente, indica. Ahora se dedica a cuidar sus pertenencias, de los saqueos.

Según Posligua, el lunes se llevarán a cabo dos misas en el parque central para pedir por todas las víctimas, pero asegura que no habrá más eventos religiosos como la celebración por el mes de María y el Rosario de la aurora.

El evento de conmemoración espiritual será cuando se levante un monumento o una gran cruz en las dos fosas comunes que se tuvieron que implementar para los múltiples entierros, según el párroco.

Los fieles de la iglesia evangélica, según su fe, no tienen tradiciones y tampoco han alterado sus actividades religiosas, más allá de lo necesario por el terremoto. Su iglesia es pequeña y sigue habilitada.

El pastor Francisco Verdesoto es, además, nuevo en la comunidad. Lleva tres meses en Pedernales, pero cuenta que la situación de su iglesia va mejorando y que los devotos están volviendo. Ellos continuarán con sus misas dominicales en la mañana y no tienen previsto ninguna preparación especial para el 16 de mayo.

Las familias que sí enterraron a sus muertos allí visitan el cementerio cuando pueden, van juntos, les llevan velas y flores. Por ejemplo, la familia Molina perdió a siete de sus miembros, su casa y otro inmueble de cuatro pisos. También cuidan el terreno que quedó entre los escombros y buscan soluciones para volver a empezar. “Vamos a salir adelante”, dice Calixa Molina.

Ellos ofrecerán hoy una misa en su casa, ya que las viviendas de dos de sus hermanos siguen en pie. Vendrán otros familiares de otras provincias. El domingo visitarán el cementerio y harán una caminata en la playa, ya que uno de los hermanos es salvavidas. El lunes no asistirán a ningún evento.

Para el arzobispo de Portoviejo, Lorenzo Voltolini, el terremoto ha sido un motivo para reunir a las familias que, en medio de la desgracia, buscan darse una mano solidaria. En respuesta a ello, este lunes, a la hora del terremoto en la capital manabita replicarán las campanas de las iglesias por dos minutos. Será en memoria de los que se fueron y, además, para acompañar a quienes siguen luchando por reconstruir sus vidas y hogares.

En contexto
En algunas viviendas se rezan novenas por las víctimas del sismo, mientras que los religiosos dan soporte espiritual a quien lo necesita. El lunes, en Portoviejo, se dedicarán dos minutos -a la misma hora cuando ocurrió el terremoto- en honor a las víctimas y sobrevivientes.

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