Tengo la impresión que a veces la boca del Presidente es como una gran caja de Pandora.
Entre los demonios que sus declaraciones sobre el ITT liberaron, están quienes creen (y no sin cierto fundamento) que el medioambiente puede ceder un poco ante la necesidad de desarrollo del pueblo. Este sector califica a quienes defienden el proyecto de preservación del ITT de ecologistas radicales, o fundamentalistas. En palabras del analista Augusto Tandazo, ese proyecto tiene una “óptica perversa”.
La lógica que está detrás de esta corriente, consiste en oponer en lados distintos de la balanza, el progreso y por otro lado la preservación medioambiental. Entonces, dada nuestra necesidad de desarrollo, su peso es mayor en la balanza y se vuelve un objetivo prioritario.
Entendible, pero fuera de contexto. El razonamiento actual, dadas las graves evidencias del desastre ecológico, no opone progreso y ecologismo en lados distintos de una balanza, dando prioridad a uno sobre otro. Por el contrario, ahora se entiende que el progreso no es real sino es sostenible ecológicamente. Puesto que de lo contrario se avanza ciegamente a sabiendas de los problemas que se deberá enfrentar en el futuro. Como quien se endeuda sobre sus sueldos futuros, para sostener su estilo de vida actual.
La “radicalidad” de una postura política depende del contexto. De la misma manera en que inicialmente el concepto de derechos humanos era considerado una absurda radicalidad, por instituciones como la Iglesia Católica. Y solamente fue aceptado cuando el contexto histórico no podía soportar la supervivencia de nociones de castas y desigualdad. Posteriormente se volvió un concepto universalmente aceptado.
Análogamente, el contexto actual hace que las políticas ecológicas que hace años parecían exageradas ahora se vuelvan importantes, o aun más, esenciales para asegurar la preservación de las generaciones futuras. Para constatar las medidas que el contexto requiere, solo hace falta echar un corto vistazo a algunas predicciones hechas en función del estado actual ecológico.
Por ejemplo, según el reporte Stern, publicado por la Organización Meteorológica Mundial, el PNUD, y Gran Bretaña, si se toma en consideración la industrialización de la China y de la India, en 2050 se podría alcanzar el tope máximo de saturación de gases de efecto invernadero en la atmósfera; más allá del cual la existencia del ser humano peligra gravemente.
Hace una semana, Enrique Ayala Mora señaló que “es absurdo plantear simplemente que se deje todo el petróleo bajo tierra”. Pues, no se trata de todo el petróleo nacional, sino justamente aquel que está debajo de la zona de mayor biodiversidad del planeta; precisamente, justo aquella zona que sería absurdo perder.