Un perro en un chequeo en una veterinaria. Foto: Archivo EL COMERCIO
El maltrato hacia los animales está en aumento en México, nueva manifestación de un fenómeno de violencia en una sociedad que sufre desde hace más de siete años una de las peores olas de criminalidad de su historia.
La actitud de los mexicanos hacia las mascotas se refleja en las estadísticas: cada año mueren al menos 60 000 animales por actos de crueldad, según el director general de la asociación civil AnimaNaturalis, Antonio Franyuti.
Franyuti es en uno de los más activos promotores de la prohibición del uso de animales en los circos, que ya ha sido aprobada en dos estados y la capital.
A partir de esta normativa, Franyuti aboga por la prohibición “de las corridas de toros que generan un trato cruel, así como las peleas de gallos y las de perros”.
La psicoterapeuta Nelly Glatt estima que el maltrato animal es “un factor que predispone a la violencia social y, al mismo tiempo, una consecuencia” de ésta y “forma parte de la cascada de la violencia que nos va alcanzando a todos como individuos y como sociedad”.
Según los especialistas, el abuso hacia los animales es más frecuente en hogares en los que existen otras formas de violencia, alcohol o abuso de drogas.
Para atender este problema no existen instituciones oficiales, de modo que la tarea queda reservada a las asociaciones protectoras de animales, a filántropos o a personas que individualmente deciden brindar apoyo inclusive financiado con sus propios ingresos.
Es el caso de de Yolanda Romero, que suele hurgar a diario en los vertederos de la periferia de la capital, como el de Tultitlán, en el cinturón industrial de la zona metropolitana, en busca de animales maltratados para rescatarlos y brindarles refugio antes de darlos en adopción.
A veces la mujer, de 54 años halla a mascotas en situaciones críticas como perritos quemados, con la pata rota a golpes, abusados sexualmente, con algún ojo colgando. “La mente del ser humano no tiene límites cuando se trata de crueldad con los animalitos”, afirmó Yolanda.
Aunque vive en la colonia Guerrero, cerca del centro de la capital, Yolanda viaja a diario a los basurales de Tultitlán para rescatar perros, gatos, caballos, burros, vacas y cualquier animal que sufra, a los que aloja en un terreno que alquiló junto a un vertedero.
Yolanda, que desde hace 20 años hace esta labor, cuenta con un equipo con voluntarios y abrió una página en línea llamada “Por nuestros hermanos sin voz” en Facebook, donde grupos altruistas donan alimentos, medicinas y dinero para su causa.
Otro lugar donde se acoge a animales maltratados es el Bioparque Convivencia Pachuca, en la ciudad del mismo nombre, capital del estado de Hidalgo, 120 kilómetros al norte de la capital, donde funciona la primera unidad de rescate y rehabilitación de fauna silvestre, exótica y endémica en México.
En este espacio se ha rescatado, sobre todo de circos, a una boa constrictora llamada Boatriz, que llegó con graves quemaduras y el músculo abierto, y la mono araña Lisa, que presentaba un tumor del tamaño de un balón de fútbol americano y desprendimiento de matriz provocada a base de golpes.
En el lugar se atiende además a Invictus, un oso negro americano, al que le fue mutilada la mandíbula y al cual se busca reconstruirle el rostro, y a Morelia, una leona que recibió golpes durante 20 años que le provocaron traumatismo en el cráneo.
En el bioparque, que funcionaba como zoológico hasta abril de 2013, los animales se recuperan de lesiones físicas y psicológicas y luego se envían a Denver, Colorado, un santuario de especies diversas que cuenta con un predio de 900 hectáreas.