En Guaijas de Puga, del cantón Pueblo Viejo, se realizan las últimas fertilizaciones con urea a los sembríos de maíz. Foto: Mario Fausto / EL COMERCIO
En el recinto Las Guaijas, del cantón Pueblo Viejo, Lionso Landívar realizaba el pasado 14 de febrero la última fertilización a su sembrío de maíz. Sus plantas, que tienen más de un metro de alto, estarán listas para cosecharse en dos meses.
El maicero de 42 años plantó el 30 diciembre. En esta siembra solo fertilizó dos veces. Él realiza tres, pero esta vez no le alcanzó el dinero. Otros productores, como Lautaro Lara, también redujeron sus fertilizaciones.
Con camisa manga larga y un saco atado a la cintura roció los últimos 12 sacos de urea en sus 30 hectáreas (ha). Esta fase es la última de la siembra, de aquí le toca esperar que la planta arroje mazorcas. El maíz es un cultivo de ciclo corto, que demora en promedio 130 días.
Aurelio Zea, de la Asociación El Roble, de Pueblo Viejo, cuenta que algunos maiceros aparte de reducir procesos por los altos costos de producción han optado por reciclar las semillas. La inversión por ha es de USD 1 700 para generar en promedio 150 quintales. El monto incluye alquiler de tierras, semillas, fertilizantes, fungicidas, mano de obra y alquiler de maquinaria para siembra/cosecha, desgrane y secado. Este es el ‘talón de Aquiles’ del sector.
Según Zea, la inversión realizada no les asegura “un buen margen de ganancia y la producción deseada”.
Para este año se fijó un precio mínimo de sustentación de USD 14,60 para el quintal de maíz de 45,36 kilos, con 13% de humedad y 1% de impurezas.
El Ministerio de Agricultura estima que en el 2019 se sembraron más de 270 932 ha, con un promedio de rendimiento de 5,97 toneladas t/ha. La producción fue de 1,6 millones de toneladas.
La producción local es baja frente al principal productor mundial, EE.UU. que produce 381,8 millones de toneladas y que concentra el 33,7% de la producción global.
Adriana Banderas, directora de la Asociación Ecuatoriana de Semillas, que agrupa a 14 empresas, asegura que una de las causas del bajo rendimiento son las malas prácticas agrícolas. Enumera algunas como falta de tratamiento de la semilla, sembrar en época no adecuada, eliminación incorrecta de residuos y utilización de semillas piratas o recicladas.
Para Banderas, lo que requiere el sector es asesorarse. “Si el productor no da un buen manejo a la semilla, no tendrá una buena producción”.
Las variedades híbridas de alto rendimiento que existen en el mercado pasan una fase experimental. El proceso puede costar USD 25 000. La pruebas son validadas por el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias (Iniap), para luego introducidas al país.
Aunque en los últimos años Ecuador ha ido incrementando su producción, todavía es deficitaria. La industria nacional requiere de 100 000 t mensuales para la elaboración de alimento proteínico.
Según el MAG, el ‘stock’ en industrias y productores es de 438 041 t. A pesar del remanente, existe un déficit de 60 000 t de maíz hasta la próxima cosecha, que se inicia en abril.
Oficialmente, no se conoce si esa es la cantidad a importarse en el país. La industria asegura que es el volumen que requiere para producir. Jorge Josse, director ejecutivo de la Asociación de Productores de Alimentos Balanceados (Aprobal), insiste en que se debe mejorar la competitividad para cubrir el déficit y dejar de depender de la importación.
En el 2019, se compraron a EE.UU. 27 584 t del cereal. Las importaciones representan el 2% de la producción nacional, el resto lo capta la industria.
Este año, la industria deberá absorber el 20% del maíz de las asociaciones legalmente constituidas. Es decir, las que forman parte del Plan de Mejora Competitiva (PMC).
En Guaijas hay buena expectativa. Landívar y Lara esperan obtener unos 190 quintales, 20 más que en el 2019. La cosecha de invierno, que se inicia en abril, concentra el 81% de la producción.