No solo los estudiantes, también los padres de familia dicen gracias a los maestros, en este 13 de abril 2021

Sandra Silva, maestra del Servicio de Atención Familiar para la Primera Infancia, capta la atención en la pantalla. Foto: Vicente Costales/ EL COMERCIO

Luego de un año de clases no presenciales, en medio de la pandemia, Marilin Villalobos ha descubierto que el maestro de sus hijos Zain y Abigail, además de su preparación, tiene otras cualidades. La educación telemática le permitió atestiguar su gran humanidad. “Es una suerte contar con él, hace más que enseñar, pone su hombro cuando hay problemas en casa”.
El docente e integrante del Departamento de Consejería Estudiantil (DECE), Edwin Piedra, acude periódicamente a la Unidad Primicias de la Cultura de Quito, ubicada al sur de la capital. Allí entrega fichas pedagógicas impresas y atiende a padres de familia.
Esa es una estrategia, que ideó para brindar acompañamiento desde que los planteles se cerraron por el covid-19 y los alumnos se quedan en casa.
Aunque Abigail tenía un promedio de 9,50 sobre 10 antes de la pandemia, su madre cuenta que le costó mantener su buen rendimiento con el cambio a lo virtual. “Su profesor estuvo ahí, es intuitivo. Sin que mi hija le diga nada, se involucra: ‘cuéntame qué pasa, ¿en qué te puedo ayudar?’, consulta.
En medio del confinamiento, Abigail encaró su paso a la preadolescencia. Su madre supone que también incidió en el rendimiento. “El profesor Edwin nos llama a cualquier hora, ya sea a las 22:00 o 01:00, y no se queda tranquilo hasta resolver lo que haga falta”.
La conmemoración del Día del maestro ecuatoriano, este 13 de abril del 2021, ha sido la ocasión para que, al igual que esta madre de familia, otros representantes de estudiantes reconozcan los esfuerzos que los docentes hacen a diario.
En el país hay 215 106 maestros. De ellos, 150 261 son de planteles del sistema fiscal. Los del régimen Sierra-Amazonía, en donde se cursa el ciclo 2020-2021, suman 99 982.
En el nivel inicial, Andrea Luna destaca la entrega de la maestra Sandra Silva, con su hija Liah, de 4 años. Cuando la niña empezaba ese nivel, la ‘profe Sandra’ era creativa en lo presencial. A la madre le admira que haya logrado mantener la atención de los pequeños en la educación virtual.
“Se ha dado modos para que los niños aprendan. Ella llama despierta la curiosidad de los niños pese a que están detrás de una pantalla”. Por ese medio, cuenta, les proyecta imágenes, cuentos e incluso motivar a los niños, para que participen activamente, subrayando, pintando o señalando.
La madre también destaca la paciencia de la maestra, el trato cariñoso y comprensivo ante dificultades, por las que no cumplen tareas. “A veces se presentan inconvenientes. Ella se preocupa, nos pregunta qué pasó y es flexible para mover horarios de clases y extender plazos. Todo el tiempo está pendiente, recordándonos nuestras obligaciones”.
La misma tranquilidad transmiten maestros de centros particulares. Son
50 780; el 46% en el régimen Sierra, que sigue en clases.
En el Letort, María Augusta García agradece el trabajo de la ‘profe Glorita’ en esta pandemia, con sus hijos Josué y Juan, de octavo y noveno año. “Llegar a los estudiantes no es sencillo ni en el aula, peor aún detrás de una pantalla”, sostiene la madre de familia.
Sus dos hijos, dice María Augusta, son distintos en cuanto a rendimiento escolar. El uno siempre está atento a sus obligaciones, mientras que el otro requiere atención y muestra menos interés por las clases.
Pese a ello, la madre ha podido ser testigo de que los dos reciben el mismo trato por parte de la docente Gloria Jurado, pese a que tienen diferentes requerimientos.
Aunque la maestra no estaba familiarizada con las herramientas tecnológicas, la madre señala que es notorio que se ha capacitado. “Ha superado retos y ha aprendido nuevas cosas, ver qué les puede llamar la atención. Así ha podido enseñarles actividades diferentes, con juegos”.
Especialmente con uno de sus hijos, relata María Augusta, la docente se ha dado el tiempo para telefonearle y preguntarle de qué manera le puede ayudar, qué puede hacer por él. “Por eso no recibe un pago extra, pero son detalles que marcan la diferencia: brindar apoyo, estar pendiente, preguntar cómo se siente”.
La labor docente en pandemia no se ha reducido solamente de dar clases y poner calificaciones, coinciden los padres de familia. María Augusta señala que ahora que sus chicos están en casa ella ha visto el esfuerzo de los maestros en las clases virtuales.
Antes, comenta, como padres no sabían qué pasaba en la clase. “Solo les dejábamos en la escuela. Los chicos necesitan sentir que a alguien más le importa lo que hacen, no solo a sus padres y esas personas son sus maestros”.