Rubén Darío Buitrón
EL COMERCIO
‘Si no tienes tiempo para leer, seguramente no tendrás el tiempo o las herramientas necesarias para escribir”.
La frase corresponde al libro ‘Mientras escribo’ (editorial Plaza Janés), el cual, una década después de su lanzamiento en inglés (‘On Writing’, edición de autor) es uno de los obligados libros de consulta de jóvenes literatos y periodistas que quieren aprender los secretos del oficio.
El libro, con decenas de ediciones sucesivas en inglés, español, francés y portugués, entre otros idiomas, es obra del norteamericano Stephen King, uno de los novelistas de terror más leídos del mundo y uno de los autores considerados grandes maestros del arte de escribir.
Unos consejos
Entre las lecturas que Stephen King recomienda están: ‘El corazón de las tinieblas’ (Joseph Conrad), ‘Oliver Twist’ (Charles Dickens), ‘Mientras agonizo’ (William Faulkner), ‘Nuestro hombre en La Habana’ (Graham Greene), ‘Las cenizas de Ángela’ (Frank McCourt) y todas las novelas de la serie sobre Harry Potter (J.K. Rowling).
“Escribir no es cuestión de ganar dinero, hacerse famoso, enamorar mucho o hacer amistades. Es enriquecer las vidas de las personas que te leen y al mismo tiempo enriquecer la tuya. Es levantarse, recuperarse y superarse. Es ser feliz, vaya. Ser feliz…”.
“La mejor manera de aprender a escribir es leyendo y escribiendo mucho, equivocándose mucho, tirando muchos papeles al tacho de basura. Y las clases más valiosas son las que se da uno mismo, en el estudio, a puerta cerrada”.
“Cuando alguien lee tu texto no te pongas a la defensiva. El momento que te critican lo primero que sueles decir es ‘sí, pero…’, en lugar de decir gracias”.
El oficio de contar historias (la descripción, el diálogo, los personajes) se reduce a ver y escuchar con claridad todo lo que pasa alrededor de ti, y en segundo lugar, a transcribir con claridad, nitidez y fidelidad todo lo visto y oído sin recurrir a demasiados adjetivos, adverbios innecesarios y farragosos. Se vería muy mal que saliera de tus manos un texto de cuya calidad no estuvieras seguro”.
Los jóvenes aprendices lo siguen por Estados Unidos en busca de sus conferencias, seminarios, charlas y talleres en universidades, institutos, fundaciones y centros culturales.
Y ahí encuentran a Stephen King, no elaborando sus complejas y estremecedoras historias de suspenso y miedo sino pronunciando palabras sencillas acerca de las enormes dificultades que implica escribir bien.
“La verdad es que la tele es lo que menos falta le hace a quien aspira a escribir, ni haciendo gimnasia ni en cualquier otro momento del día.
Si sientes que es imprescindible tener puestos a los bocazas de la CNN dando las noticias o a los de la ESPN dando los deportes, ya va siendo hora de que te preguntes por el grado de seriedad de tus aspiraciones como escritor”.
Con estilo desenfadado, fresco y fraterno, King insiste al joven en la necesidad de leer como la herramienta básica para su formación:
“Una vez destetado del ansia efímera de la tele descubrirás que leer significa pasar un muy buen rato. Recuerda que los libros son la magia más portátil que existe en el mundo”.
Excluido del menú diario el “enemigo principal del joven” (la televisión), lo que King propone es cultivar la pasión por contar, tanto por quienes aman la novela como por quienes eligen el periodismo como forma de vida:
“Si eres capaz de tomártelo en serio, hablaremos. No creas que escribir es como lavar el auto o ponerse rímel en las pestañas”.
El maestro plantea que toda persona que quiere escribir bien debe llevar a cuestas su caja de herramientas.
Esa caja de herramientas es el léxico, el vocabulario, la precisión para usar las palabras adecuadas y armar el texto adecuado:
“Poner palabras complicadas por vergüenza o por fingir vastos conocimientos de la lengua es lo peor que puedes hacer cuando estás buscando un estilo. Es como poner un vestido de noche a un animal doméstico”.
Y advierte sobre la confusión que puede producir en el joven tener habilidades y talentos que, mal conducidos, pueden convertirse en el peor obstáculo para su desarrollo creativo:
“No caigas en la trampa de creer que las palabras son simples palabras que suenan bonito.
La unidad básica de la escritura es el párrafo, no la frase. Es ahí donde arranca la coherencia y donde las palabras tienen la oportunidad de ser algo más que simples palabras. Para escribir bien hay que aprender a usar y situar exactamente cada párrafo.
El secreto es practicar mucho. Y tienes que aprender a escuchar el ritmo de lo que escribes”.
King carga todas sus baterías en contra de la crítica y los críticos conservadores, planos, chatos. Recuerda que muchos de ellos dijeron del genial Raymond Chandler que era “un escritor barato, de esos que creen que pueden juntarse con nosotros”.
Ser “culto” o haber leído muchos libros -precisa- no es garantía para lograr un alto nivel de calidad en la escritura:
“La pereza intelectual llega a sus mayores cotas entre los lectores más cultos. Apenas pueden, levantan los remos y se dejan ir a la deriva”.
Es solo aparente la contradicción de King acerca de su exigencia de leer mucho y su escepticismo sobre la posibilidad de que quien lee mucho sea un gran escritor. Porque hay otros instrumentos sin los cuales no es posible construir un buen texto. Son el sudor y la persistencia:
“Si quieres escribir bien debes trabajar como una mula. Si no, confórmate con tu mediocridad y da las gracias por tenerla a mano. Existe un muso (las musas generalmente son mujeres, el mío es varón), pero no esperes que baje revoloteando y esparza polvos mágicos creativos sobre tu máquina de escribir o computadora.
El muso es un habitante del sótano y tendrás que bajar a su nivel. Digamos que te toca a ti sudar la gota gorda mientras el muso se queda sentado, fuma y finge ignorarte. ¿Te parece justo? A mí, sí”.
HOJA DE VIDA
Stephen King
Escritor estadounidense nacido en Maine, en 1947. Tras el éxito de ‘Carrie’, su primera novela de terror, se dedicó exclusivamente a su carrera de escritor.
Es autor de 30 novelas,
todas ellas muy populares. Al menos 10 han sido llevadas al cine, entre ellas la obra maestra ‘El resplandor’.
Después de 200 páginas de cátedra amigable y fluida, Stephen King concluye que, en realidad, en su libro no dice nada nuevo porque no hay nada nuevo que decir: “Escribir es mágico. Es, en la misma medida que cualquier otra disciplina creativa, el agua de la vida. Así que, si quieres escribir, bebe. Bebe y sacia tu sed”.