Redacción Construir
Bernardo Jarrín es experto en metales, principalmente en hierro y aceros. El gusto le llegó cuando aún era pequeño y veía trabajar a los obreros en el taller familiar, llamado A y ubicado al norte de Quito.
De tanto ir y venir entre fierros, desoxidantes, pinturas, cortadoras, dobladoras y soldadoras, se convirtió en un perito en transformar el simple metal en aparatos útiles para el ser humano: anaqueles, estanterías, cuartos fríos, vitrinas de exhibición y más ingenios parecidos.
No obstante, Jarrín no se sentía realizado. Más aún cuando se daba cuenta de que sus conocimientos de diseñador industrial se estaban desperdiciando.
Entonces, hace dos años, se dio cuenta de que podía fusionar la metalmecánica con su creatividad y lograr diseños de objetos estéticos y originales.
Esta originalidad, en un mercado lleno de cosas fabricadas en serie, fue el quid para que su trabajo adquiriera dimensión. Con una novedad más: los materiales que utiliza son totalmente reciclados, pues en una metalmecánica el desperdicio es alto. En consecuencia, Bernardo tuvo un aliado a favor: cero dólares en gastos de compra de materiales.
La mitad del proceso para la elaboración de sus objetos decorativos es similar al que se sigue para fabricar una vitrina o una percha: medir, señalar, cortar y doblar el material. La otra mitad ya es de propia data del creador y considera acabados con fuego, esmeriles, ácidos y soldaduras.
Fabrica espejos, pantallas de lámparas, ceniceros, portarretratos… diferentes. ¿Los precios? Un espejo de acero inoxidable tratado con la técnica del fuego, de 1,50 x 0,80 centímetros se cotiza en USD 500. Otro de la misma medida del anterior, con un acabado menos elaborado, vale USD 100. Un portarretratos de acero inoxidable, USD 15…