Decenas de mamitas llegaron al Centro Histórico de Quito por el Día de la Madre, este 12 de mayo del 2019. En la foto Delia Janeta junto a su nieta y esposo. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Las edificaciones patrimoniales, las plegarias, la música de antaño y el arte fueron el marco quiteño para celebrar a las madres y a las doblemente mamitas, las abuelitas, la mañana de este domingo 12 de mayo del 2019, en Quito.
Delia Janeta, de 73 años, con una mezcla entre nostalgia y alegría, fue una de las mujeres en llegar al Centro de la capital para celebrar su día. La mujer, oriunda de Riobamba, iba de la mano de su nieta Dana y su esposo, José Rivera. Se sentaron en una de las bancas de la Plaza Grande y ella, entrecruzando las manos, recordó que desde los cinco años sus padres la dejaron al cuidado de una familia, para que trabaje en quehaceres del hogar. Con nostalgia, pero fortalecida por el paso de los años, recordó que estuvo en esas circunstancias hasta los 18 años, cuando decidió viajar a Quito.
Fue apenas después de todo ese tiempo que volvió a ver su familia. Eran cuatro hermanos ahora solo queda ella, madre de cuatro mujeres y tres varones. “Nunca me quisieron. No tuve estudio”, repetía. Sin embargo, para ella, esa experiencia la hizo una mujer sencilla, humilde y trabajadora.
Su Día de las Madres empezó con un ramo de flores y el abrazo de uno de sus hijos. Luego del saludo, Delia, su esposo y su nieta acudieron a misa desde el barrio La Primavera, para rezarle a la Virgen de la Merced, de la que son devotos. A las 08:45 ya estaban en la iglesia de las calles Chile y Cuenca, para participar de la misa de 09:00. El recorrido por el Centro terminó con un cuarto de pollo como almuerzo.
Rosa Toscano (c), de 79 años, junto con sus hijos Lourdes y Jorge Quispe, su nuera, Mónica Díaz y su nieta Daniela Díaz. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Delia no fue la única en escoger el Centro para celebrar. Desde el sur de Quito, madrugó Rosa Toscano, de 79 años, oriunda de Salcedo y madre de ocho hijos. Más de 20 años de su vida los ha pasado en la capital, ha trabajado en agricultura y en quehaceres domésticos. Sonriente, bromeó que tiene unos 100 nietos. En realidad, son 25.
“A las ganadas”. Así fueron las primeras horas para la familia de Rosa. Su nieta, Daniela Díaz, fue la más madrugadora. Como debía trabajar a las 14:00, pidió el primer turno en la familia para festejar a su abuelita, quien a las 07:00 ya estaba lista para salir al Centro.
Rosa compartió también con su hija Lourdes Quispe; su hijo, Jorge Quispe y su nuera, Mónica Díaz. La primera parada fue para desayunar, en un restaurante de la zona patrimonial, donde les regalaron arreglos florales a todas las mamitas.
Carmen Torres, de 72 años, no se quedó atrás en el festejo. Desde Guápulo, su tierra natal, se reunió con su hijo, Pablo Morales; su nuera, Vilma Pilatasig y una de sus nietas, Doménica. La consigna para la familia era darle un gusto a la mamá de la casa: un platillo de cuy. Sin embargo, la primera parada para la mamá de cuatro varones y seis mujeres, fue la iglesia de San Francisco, para la respectiva misa.
Carmen Torres (c) también celebró el Día de las Madres junto a su familia. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Pablo, técnico eléctrico, contó que madrugó a reservar la cita con su madre, pues no pudieron organizarse con el resto de hermanos para festejarle en conjunto. Él y su esposa llegaron desde el barrio Las Casas hasta el Centro. Carmen, en cambio, se alistó junto a su nieta, pues la mamá de la pequeña tuvo que trabajar.
Por su parte, la familia de María Mercedes Quishpe, de 80 años, decidió empezar el Día de la Madre con una misa en agradecimiento por la vida de la progenitora de la casa. La eucaristía fue en la iglesia del Buen Suceso.
María es madre de tres hijos y tiene tres nietos. Su hija Dina Cuñas fue una de las primeras en homenajearle, desde muy temprano. Su esposo, Enrique Cuñas, en cambio, la llenó de abrazos, como desde que se conocieron. “Llevamos 50 años de casados y nos abrazamos todos los días”.
Los tres aprovecharon para hacer una parada en el atrio de La Catedral, donde, vestidos muy elegantes, se tomaron una fotografía para el recuerdo. Y la abuelita se alistaba para la reunión familiar que le tenían preparada en casa: “Ahí si voy a bailar”.