Una cirugía prenatal inédita se llevó a cabo en Ecuador

En Quito, médicos ecuatorianos y mexicanos operaron a la mujer, de 26 años. Foto: cortesía del médico Pablo Santillán

En Quito, médicos ecuatorianos y mexicanos operaron a la mujer, de 26 años. Foto: cortesía del médico Pablo Santillán

En Quito, médicos ecuatorianos y mexicanos operaron a la mujer, de 26 años. Foto: cortesía del médico Pablo Santillán

Sin que el hijo de la quiteña Carolina Casagallo haya nacido aún, ya fue sometido a una cirugía. El objetivo fue corregir una malformación congénita, llamada espina bífida. El nombre científico de la afección al sistema nervioso central es mielomeningocele. Fue detectada en una ecografía, cerca del quinto mes de embarazo.

El médico materno fetal Santiago Chávez, del Hospital Carlos Andrade Marín (HCAM), del IESS, estuvo a cargo de la operación intrauterina, realizada el 18 de enero, en la Clínica Atlas, en Quito, sin costo. Lo ayudaron especialistas mexicanos, Jorge Luis Guerrero, Raigaam Martínez y Roberto Torres; y el anestesiólogo Pablo Santillán, entre otros.

En el 2020, otra mujer, con un caso similar, aceptó someterse a la intervención. Pero desistió, tras consultar a otro médico. “A quién se le podía ocurrir que era posible -le dijo- operar dentro del vientre materno”.

En el mundo, entre uno y 10 de cada 1 000 nacidos tiene esa condición. Es la segunda anomalía congénita mayor, después de los daños cardíacos. Puede provocar discapacidades como pérdida de sensibilidad en las piernas y pies, imposibilidad de caminar y dificultades para retener esfínteres.

Según Chávez, de 53 años y 30 de experiencia, es la primera cirugía de este tipo que se hace en el país. Se han realizado otras correcciones intraútero como hernia diafragmática y cardíacas, en el HCAM.

Fue duro -cuenta el médico- explicarle a la madre, de 26 años, que su bebé trae una lesión con graves secuelas. Una razón puede ser falta de ácido fólico, apunta el ginecoobstetra Andrés Calle.

Tres días después de la operación, Carolina dejó la cama y puede dar algunos pasos, con ayuda, en su casa. El primer sábado de diciembre -recuerda- un ginecólogo en consulta privada le dio un prediagnóstico y la refirió al área materno fetal del HCAM, en donde la atendieron el martes siguiente. Ese fin de semana, ella y su esposo Cristian Betún, 30, buscaron en Internet qué consecuencias tenía nacer con mielomeningocele.

“Fue desgarrador saber que nuestro bebé quizá no caminaría, tendría deficiencias en la vejiga y hasta intelectuales”.

En ocasiones -reflexiona el especialista- parece más fácil que una mujer entienda que el producto que lleva en su vientre es incompatible con la vida.

“Lloran mucho, pero no hay opciones, morirá. En el caso de la espina bífida se afronta la llegada de un hijo con una malformación discapacitante”.

Por eso, él siente que concretar esta operación en Ecuador es ofrecerle un futuro diferente a los niños; que puedan caminar, jugar, desenvolverse.

Está demostrado -anota- que uno de los beneficios de la cirugía es minimizar entre el 66 y 70% de secuelas. Entre otras, uso de silla de ruedas o de válvula conectada al cerebro, por hidrocefalia; reduce la posibilidad de meningitis; mejora la capacidad cognitiva, la movilidad de extremidades y permite el desarrollo neurológico.

Aunque hay que evaluar al bebé, desde su nacimiento, con un neuropediatra, para ubicar qué partes del organismo quedan afectadas.

“El doctor Chávez nos dio una luz de esperanza”, repite la madre. Ella y su familia veían que una cirugía de este tipo era algo muy lejano, imposible de concretar en Ecuador. Por eso cuando les habló de la alternativa, ella preguntó: “¿me abrirán la pancita, como en una cesárea, o es laparoscópica?”.

La mujer ingresó muy nerviosa al quirófano; una mezcla de miedo y fe la invadían. Le colocaron una epidural, anestésico administrado en la columna vertebral, que quita la sensación de dolor de la mitad hacia abajo del cuerpo. Luego la durmieron por completo.

Tres horas y 40 minutos duró la cirugía. Los doctores hicieron un corte en el útero. Y vaciaron el líquido amniótico, para poder manipular al bebé, sin sacarlo del vientre. Calculan que pesaba 800 gramos, cabía en la palma de una mano. Usaron un ecógrafo hasta dar con la lesión en la columna vertebral. El objetivo fue cerrarla, para que no estén expuestas las raíces nerviosas.

Al final, los médicos colocaron un suero tibio en el útero, en reemplazo del líquido amniótico. La madre sigue en reposo, en su hogar. No esperará a sentir dolores de parto para acudir a la cesárea, que esperan pueda concretarse en la semana 34, va en la 29. Carolina y Cristian sueñan con ver caminar a su hijo y así ser los primeros en confirmar los efectos positivos de la cirugía.

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