Un grupo de emigrantes intenta llegar a Serbia en bicicleta, un recorrido de cientos de kilómetros. Foto: AFP
Los migrantes indocumentados cruzan los mares en barco para huir de sus países en guerra y, una vez en Macedonia, ponen rumbo a Serbia en bicicleta, en la última etapa de su penoso viaje hacia la Unión Europea.
En Demir Kapija, a unos diez kilómetros de la frontera con Grecia, Walid Amud, un sexagenario sirio, acaba de negociar la compra de una bicicleta, que le habrá de servir para evitar la vigilancia de las autoridades macedonias, impotentes ante las olas de indocumentados que llegan a esta ex república yugoslava.
En este pueblo de 3.500 habitantes, el precios de las bicicletas va de 120 a 200 euros.
“La mía costó 125 euros. Viajo con mis cuatro hijas, mi hijo y un bebé de cinco meses”, cuenta Walid, exprofesor de geografía en Damasco.
Al igual que muchos otros originarios de Siria, Afganistán o África, Walid quisiera llegar a Alemania, donde piensa encontrar mejores condiciones para radicarse.
En Macedonia, las autoridades han prohibido a los migrantes indocumentados usar los transportes colectivos, pero, en virtud de la legislación macedonia, toleran a los que pasan caminando.
“Detenemos a cientos de personas por día y las mandamos de vuelta para Grecia, pero son demasiadas”, explica el portavoz de la Policía, Ivo Kotevski.
Un camino largo y peligroso
Cerca de la estación de tren, un grupo de migrantes que vinieron a pie desde Salónica, en Grecia, descansa a la sombra. La crisis económica que afecta a Grecia los ha llevado a intentar irse de este país y muchos de ellos llegan a Macedonia sin saber lo que está ocurriendo en el país.
Así, en la capital Skopye, miles de personas se manifestaron una vez más el sábado para exigir la dimisión del primer ministro Nikola Gruevski, en momentos en que las negociaciones para sacar a Macedonia de las crisis política parecen estar en un callejón sin salida.
“ Nos escapamos de la muerte y corremos el riesgo de encontrarnos con ella en nuestro camino. Nuestra situación empeora día a día ” , lamenta Bara, una profesora de inglés siria de 37 años, originaria de Homs (oeste de Siria) , quien viaja con sus cuatro hijas, incluyendo a la menor, de cinco años, que tiene autismo.
Bara y sus hijas cruzaron Turquía a pie, luego el mar Egeo en barco hasta Atenas, donde tomaron un tren hasta Salónica, desde donde siguieron a pie hasta Demir Kapija.
“Nos prohíben todo, pero nos dejan seguir nuestro camino”, dice llorando.
Cerca de ahí, un comerciante macedonio cuenta que “el precio de las bicicletas” se duplicó en una semana. ”De algo hay que vivir”, murmura.
En la principal ruta de sur a norte del país, grupos de decenas de migrantes en bicicleta, con mochilas en las que llevan sus escasos bienes, se dirigen hacia Serbia. Aún les quedan 200 kilómetros por recorrer hasta la frontera serbia y 400 más hasta la frontera con Hungría. El camino es largo y peligroso. A fines de abril, 14 indocumentados murieron aplastados por un tren en una vía férrea, cerca de Veles (centro) .
En Kumanovo, en el norte, revenden sus bicicletas por un máximo de 50 euros, antes de intentar cruzar la frontera con Serbia a escondidas, para lo cual suelen contratar a traficantes de personas.
En un pueblo de la región, la policía detuvo el jueves 11 de junio a cuatro traficantes de personas y a 128 migrantes que estaban por cruzar a escondidas la frontera con Serbia, que no está dentro de la UE, pero que tiene fronteras con Croacia, Hungría y Rumania, que sí lo están.
Entre enero y finales de mayo, unos 100 000 migrantes cruzaron el Mediterráneo para alcanzar Europa, de los cuales 1.865 murieron ahogados, según la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) .