Alejandro Ribadeneira. Coeditor
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Lupe de Ureña es la prueba viviente de que el ‘Mensaje a García’ no son palabras vacías. Prácticamente no existe papel, visa de residencia, permiso de trabajo o documento que la asistente de gerencia de la Comisión de Fútbol de Liga no haya podido tramitar. Lupe de Ureña se desvive por sus guaguas, los jugadores, y si hay que pasar por encima de un oficial, pues quitárase de ahí, que va con todo.
Ella suma 12 años en la Comisión, a la que llegó con una gran sonrisa, una amplia experiencia en el Banco Central y antes en el sector petrolero, en los que ya daba pruebas de que el imposible es aquello que nos toma un poco más de tiempo en ser alcanzado. Si debía velar por la comodidad de 50 técnicos en la selva, pues quién dijo miedo.
De esa etapa conserva amigos (entre ellas Maggy Espinoza, quien con los años fue su contacto para entrar a Liga) y un cajón de tesoros, que incluye una tarjeta de agradecimiento del presidente José María Velasco Ibarra, que data del mismísimo parto del ‘boom’ petrolero enEcuador.
Ella no era velasquista, era liguista, herencia de una familia fanática de los ‘doctorcitos’, cuando sus hinchas eran solo un puñado de valientes. De esa fase recuerda las lágrimas que derramó cuando presenció el retiro de Hugo Mantilla.
Fue en el Atahualpa, en el año de mil novecientos mejor no nos acordemos, cuando el partido acabó y de los altoparlantes salió el anuncio de que el ‘Flaco’ decía adiós. Imposible no llorar, y menos Lupe de Ureña, maleta para ocultar lo que siente.
Otra prueba de su devoción es que su marido, José Ureña, ex decano de la Facultad de Jurispridencia, tenía que ser liguista o, si no, salados. Su hijo único, Pepe, también es de Liga y uno de los barristas más conocidos del equipo.
Pero la certificación mayor está en su nombre, pues las siglas de Lupe de Ureña forman LDU (Liga Deportiva Universitaria), lo cual le genera un sinfín de bromas. Su nombre real es Gualupe Andrade Samaniego, pero gracias a su marido es tocaya de Liga.
¿Una prueba más? Llámenla. El ‘ringtone’ de su Nokia es ‘Casta de campeón’, de Ricardo Perotti.
Su primer encargo en Liga estuvo en la boletería. Era 1996, cuando el estadio estaba recién inaugurado. Luego colaboró en las formativas, a cargo de contabilizar desde las tarjetas amarillas hasta el número de remisos del equipo. Por ellos, debía marchar quer, dos, tres, derechito por Movilización.
Seis años después dejó las juveniles y ahora, bajo el mando de Patricio Torres, se concentra en las visas de trabajo de los jugadores y demás trámites. La delicada responsabilidad de su puesto ha generado confusiones, pues a veces los funcionarios nuevos de los ministerios la tratan como si fuera una tramitadora ilegal.
Tampoco han faltado los que se han acercado a ella para proponerle irregularidades por su contacto con los burócratas. Lupe de Ureña afila lengua y uñas para enfrentarlos y aplicar una fuerte dosis de ubicatex forte.
Los momentos de enfado han sido las excepciones. Lupe de Ureña termina convertida en pana de casi todos. Con los entrenadores tampoco ha tenido problemas serios, excepto con Juan Carlos Oblitas, quien mereció ser comparado con el pariente feo de Mickey Mouse. Con los demás, la relación fue edificante y fluida . Con Edgardo Bauza aún intercambia correos electrónicos.
Los jugadores, sus guaguas, sus bellos, se llevan lo mejor de esta quiteña, nacida en 1946 en la Tola, la ‘capital’ de Quito. En los partidos, Lupe de Ureña aprieta el dije de la Virgen Milagrosa que cuelga de su cadena. Reza por ellos. Como mamá mismo.