Un Lula conciliador dice que ha vuelto el ‘Lulinha paz y amor’

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva participó el viernes 18 de marzo de 2016 en un acto de apoyo a la mandataria Dilma Rousseff, en Sao Paulo (Brasil). Foto: EFE

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva participó el viernes 18 de marzo de 2016 en un acto de apoyo a la mandataria Dilma Rousseff, en Sao Paulo (Brasil). Foto: EFE

El expresidente Luiz Inácio Lula da Silva participó el viernes 18 de marzo de 2016 en un acto de apoyo a la mandataria Dilma Rousseff, en Sao Paulo (Brasil). Foto: EFE

El expresidente brasileño y ministro Luiz Inácio Lula da Silva, investigado por corrupción, empleó el viernes 18 de marzo del 2016 un tono conciliador para dirigirse a los miles de manifestantes que se concentraron en Sao Paulo para defender al Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff.

El exjefe de Estado dejó de lado las palabras desafiantes y aguerridas utilizadas en sus últimas intervenciones y pronunció un discurso adaptado a su nuevo papel de ministro de la Presidencia, cargo del que tomó posesión la víspera.

Arropado por unos 380 000 simpatizantes según cálculos de los organizadores y unos 80 000 de acuerdo con las autoridades, Lula advirtió de que ha vuelto el "Lulinha paz y amor", el lema con el que el expresidente ganó sus primeras elecciones presidenciales en 2002.

Consciente de la creciente polarización política que se vive en las calles del país, Lula señaló que "no hay espacio para el odio" en Brasil" y aseguró que la democracia es el único sistema que permite la convivencia de la "diversidad".

"Yo no quiero que quien votó en Aecio (Neves) vote en mí, no quiero que quien votó en Dilma vote en él, quiero que la gente aprenda de forma civilizada a convivir en la diferencia", sostuvo.

El expresidente fue fuertemente ovacionado por los participantes de la protesta, que, junto con Lula, repitieron la consigna "no habrá golpe", en referencia al juicio político que amenaza a la presidenta Rousseff.

"Nosotros que luchamos contra la dictadura militar no vamos a aceptar otro golpe", advirtió el expresidente, quien vistió una camisa roja, el color que representa al PT y que inundó la Avenida Paulista, el corazón financiero de Brasil.

El expresidente echó mano de su carisma y capacidad dialéctica para insuflar los ánimos de los congregados y defender su desembarco en el Gobierno, al que, según dijo, llegó para ayudar a su pupila política a enderezar la situación del país.

Al igual que Lula, miles de manifestantes expresaron su apoyo a Rousseff con carteles en los que se podía leer "Dilma se queda" y despotricaron contra el presidente de la Cámara de los Diputados, Eduardo Cunha, enemigo político de la jefa de Estado.

La protesta de Sao Paulo fue la más multitudinaria, pero el PT también consiguió movilizar a sus bases en 26 de los de los 27 estados brasileños, en un momento crítico para la formación y para el Gobierno de Rousseff.

Más de 750.000 personas, según los organizadores, participaron en las manifestaciones convocadas en todo el país, aunque la policía reduce la cifra a unos 150 000.

Las marchas pacíficas de este viernes fueron respuesta a la multitudinaria manifestación que el pasado domingo movilizó a 3,6 millones de personas en Brasil, según cálculos policiales, para protestar contra Rousseff, Lula y la corrupción.

La presidenta y su padrino político se encuentran en el centro del huracán que desde hace meses convulsiona al mayor país de Latinoamérica y que se intensifica a medida que se sobreponen los acontecimientos.

La novela política del país parece no tener fin y hoy ganó un nuevo capítulo, cuando un juez de Sao Paulo anuló de manera cautelar el nombramiento de Lula como ministro, después de que dos tribunales de segunda instancia suspendieran decisiones similares presentadas la víspera.

La llegada de Lula al Gobierno fue recibida con duras críticas por la oposición, que acusa al expresidente de aceptar el cargo de ministro para tener fuero privilegiado y blindarse ante los tribunales comunes. 

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