Entrevista a Lorena Araujo, socióloga y directora de estudiantes PUCE
En el período anterior dirigió el Sistema Nacional de Admisión y Nivelación. Está a cargo de la Dirección General de Estudiantes de la PUCE. Es catedrática de la U. Central. Ahora, además, vive el proceso de ingreso a la universidad de su hijo mayor. Así que tiene la experiencia del lado público, privado y personal, lo que le permite analizar esa “tensión entre oferta y demanda de cupos” y el futuro laboral.
¿Por qué en el país, el bachiller se vuelca a la ‘U’?
Desde el 2010, Ecuador entró en una dinámica de primeras generaciones accediendo a la educación superior. Se vio en ello la posibilidad de un ascenso social. La composición de las universidades varió. Los chicos de clases altas van a la universidad internacional. Y en las locales, la empleabilidad futura se ha convertido en una razón fundamental para estudiar. Es la forma de retribuir la inversión (de padres).
Cada vez que se toma una prueba Ser Bachiller, un buen grupo queda fuera. Y se critica al filtro. Pero, ¿provoca el examen de admisión la falta de oportunidades de los jóvenes?
Creo que para responder eso hay que referirse a los instrumentos de evaluación, pero también a la tensión existente entre oferta y demanda de carreras. El proceso de admisión es algo más complejo; para entenderlo hay que hablar no solo desde el lado de quienes se quedan fuera sino revisar la política sobre la cual gira.
¿Hace falta un filtro?
En esta reciente prueba de acceso se sumó a esa nota la del rendimiento. Ecuador ha transitado o superado ya el mito del libre ingreso a la educación superior. Estados Unidos y países de Europa tienen una política de admisión. Claro que en el contexto de América Latina, no debe basarse solamente en el examen estandarizado, para no generar exclusiones, ya que la educación secundaria no es homogénea.
¿Qué le ha permitido conocer su trabajo frente a la Dirección de Estudiantes, en la PUCE, que no veía al manejar el sistema de admisión en Senescyt?
Las universidades siguen esperando un perfil de bachiller que ya no hay, con especialización en física, química o ciencias sociales. Por eso en los primeros años, los alumnos tienen muchas dificultades.
La ‘U’ no se ha adaptado. No solo hay problemas para ingresar, las tasas de abandono son altas en el primer año, están entre el 35 y 40%.
¿Qué se debería hacer?
Cruzar tasas entre quienes ingresan, se van y terminan titulándose. La brecha es significativa. La universidad debe plantearse mirar al colegial, a su circuito educativo y también generar puentes hasta el bachiller. Hay que lograr que todos conozcan la oferta, y si no es pertinente, trabajar en desarrollar ciertas áreas que se necesitan en el país.
Los postulantes se quejan porque no obtienen cupos en la carrera que quieren estudiar. ¿No conocen todas las opciones?
El sistema tiene más de 1 600 carreras. Si les gusta el área de salud, hay más de 20 opciones como Microbiología o Psicología Clínica. Pero hace falta pensar una política pública, que logre ese enlace entre el Ministerio de Educación y la Senescyt, para que se genere ese trabajo en el proyecto de vida del adolescente, que no pasa solo por un test de orientación vocacional. De lo contrario, no servirán las estrategias para ampliar la oferta.
¿Hace falta nueva oferta?
Sí. Hay que transparentar o generar herramientas para visibilizar las carreras que no son demandadas pero el país necesita. Y sí se deben construir otras, porque si seguimos graduando en las de alta demanda estaremos inundados en poco tiempo de médicos, abogados, administradores.
¿A qué entidad le corresponde decidir qué carreras requiere Ecuador?
El tema de la oferta es parte de la autonomía universitaria, sea pública o privada. Pero al analizarla se ve que ciencias sociales, administración y demás tienen una alta oferta versus una gran demanda en áreas de salud. No se trata de que el Estado determine, pero sí debe marcar una cancha.
¿Qué debe decidir?
La política de hacia dónde debe caminar el país, en materia de carreras; ya que eso está relacionado con espacios de empleabilidad. Hacen falta lineamientos de cuál es el modelo económico y de desarrollo del país; si no estamos entre la decisión individual, la autónoma de las universidades y del joven. Eso no empata.
¿Qué pueden hacer las universidades?
Ahora deben presentar un estudio de pertinencia para que se apruebe una carrera. En el 2016, el Ministerio de Salud y el Consejo de Educación Superior detectaron que el país cerró la brecha de médicos generales. Se necesitan especialistas. Si se decide transitar a una nueva economía harán falta investigadores. Se decía que antes había mucha regulación. Es el momento de la autorreflexión. Y además de trabajar interdisciplinariamente.
¿Cómo es eso?
Ya no se busca una especialidad única sino desarrollo de ciudades, planificación y geografía, que es urbanismo, arquitectura, pero desde el enfoque de ciencias sociales.
¿Qué más pudiera hacer la Academia para que no siga creciendo el número de personas que se queda fuera de centros de educación superior?
Las universidades ya pueden sacar una oferta técnica y tecnológica. También hay que mirar modalidades en línea. Se requieren grandes debates, entre universidades e institutos. Se pudieran generar en una misma área varias opciones; en la universidad pueden ofrecer la carrera de Historia y en el instituto, una especialidad en Archivo. También pensar en aumentar las jornadas, para abrir espacios.