500 locales que no comercializan productos de primera necesidad han sido clausurados en Quito

Algunos propietarios de locales que no expenden productos de primera necesidad atienden sus negocios con las puertas a medio abrir. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Algunos propietarios de locales que no expenden productos de primera necesidad atienden sus negocios con las puertas a medio abrir. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

Algunos propietarios de locales que no expenden productos de primera necesidad atienden sus negocios con las puertas a medio abrir. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO

En Quito la respuesta de los dueños de negocios que no venden productos de primera necesidad y atienden al público en plena emergencia sanitaria es la misma. “Si no trabajamos no tenemos ingresos para mantener a nuestras familias y pagar arriendos de los locales o cubrir los gastos de proveedores”.

Tampoco para pagar servicios básicos o adquirir materias primas.“Ya no podemos seguir con el local cerrado, necesitamos abrirlo y continuar. Los clientes no esperan”, manifestó la dueña de una mueblería y decoraciones en madera ubicada en la la avenida Pedro Vicente Maldonado, a la altura de Guamaní (sur), que comenzó a trabajar desde la mañana de este martes 19 de mayo del 2020.

Cuando se suspendieron las actividades comerciales en Quito por la pandemia, ella acudía a su negocio solamente para limpiarlo y ver que todo se encuentre en orden, pero ahora le es imposible mantenerlo cerrado porque las deudas crecen. Mientras labora, ella siempre está pendiente de los operativos de control que realizan los agentes municipales. Sale de forma reiterada a la calle para vigilar y regresa.

Según datos de la Agencia Metropolitana de Control (AMC), más de 500 establecimientos fueron clausurados en diferentes intervenciones desplegadas en varias zonas de Quito. La entidad indicó que los operativos continuarán a fin de evitar la propagación del covid-19. La mañana de hoy, 19 de mayo, por ejemplo, personal de la AMC acudió a la av. Rodrigo de Chávez, en el sur, para monitorear que los negocios no autorizados permanezcan cerrados.

Esa realidad también ocurre en otros barrios de la ciudad. En el sector de Monjas, la dueña de un salón de belleza recibe a sus clientes con la puerta cerrada. “No hay otra opción, tengo que pagar el arriendo de mi casa y carezco de otra fuente de ingresos. Por suerte, a veces, a la dueña del local le pago una parte del alquiler con tratamientos para el cabello y ese tipo de cosas”.

En otros casos, los vecinos le piden que trabaje a domicilio y les cobra un pequeño recargo por el transporte. “Así he logrado ganar hasta 15 dólares en una sola mañana y mantengo a mis hijos”.

El temor es evidente en algunos propietarios de locales que no expenden productos de primera necesidad. Piden a los clientes que pasen y cierran para que nadie los mire. El dueño de un sitio en donde se elaboran rótulos y gigantografías, en la avenida Maldonado, atiende con la puerta a medio abrir y siempre está pendiente de que no haya autoridades en los alrededores haciendo operativos. "Estoy alerta (para que no lo clausuren), quiero trabajar porque las necesidades en la casa son urgentes".

Trata de terminar su trabajo lo más pronto posible hasta las 13:00 ya que una hora después comienza el toque de queda y quiere llegar a tiempo a su hogar.

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