De tiempo en tiempo, particularmente cuando los valores entran en crisis, conviene recordar lo que en la Universidad Central de Quito nos enseñó el profesor de Filosofía del Derecho, Dr. Jorge Villagómez Yépez: “En efecto, sin libertad no puede haber justicia porque esto es un supuesto necesario, su órbita y su clima. Negada la libertad y convertida la humanidad en un gran rebaño autómata decaen los valores y sucumben los ideales, se ciegan unas y otras las fuentes del placer o del dolor, la materia se petrifica, el espíritu pliega sus alas, la tragedia periclita o caen los telones de la farsa que viene a dar lo mismo, vuelve la vida al segundo o tercer día de la creación, es decir al enjambre puramente orgánico y agostados todos los retoños de la sensibilidad ya no tendrían razón de ser esos bellos propósitos que el hombre ha venido buscando, tenaz e impacientemente, muchas veces sin lograr precisarlos, pero siempre bajo la advocación de un concepto de inquietud espiritual o de inaplazable bienestar físico”.
De cabello abundante y entrecano, se desplazaba en la clase impartiendo enseñanzas y agregando: “Nosotros entendemos que la libertad es condición sine qua non de la justicia; sin embargo, graves y ponderados maestros de la Filosofía la han destacado como materia y fin o ambas cosas a la vez”. Para fundar su aseveración hacía un recorrido histórico analizando la doctrina de Kant; la de Hegel; la concepción de Stuart Mill, etc. Fue adversario de la tesis de una libertad absoluta, sin límites, porque: “La libertad reclama solamente más libertad hasta terminar en la violencia”.
Además: “Han sido las religiones más o menos intolerantes, las guerras y los despotismos, los que en todo tiempo han pretendido penetrar en el fuero interno del individuo para aherrojar su espíritu y si después de bravas y venturosas luchas las democracias políticas …
“Consiguieron su autonomía, ahora hemos vuelto a ver que el furor de todos los totalitarismos pugna por destruir y liquidar la valiosa adquisición de la libertad individual”.
Todo esto se enseñaba en la Universidad Central de Quito hace 58 años. Cuán conveniente sería volver a estudiar la Filosofía del Derecho, a fin de evitar sucesos como los acaecidos con periodistas, con robo de sus equipos, como si el recinto universitario fuese de violencia y no de razón.
Hace poco nos permitimos alertar a las autoridades del Ejecutivo para que no impulsen un clima de violencia, porque si ellos mismos no ejecutan actos reñidos con la civilidad, algunos subalternos –creyendo halagar al jefe- son los encargados, por su cuenta, de la violencia y la destrucción.
Mucho ojo con algunos subalternos, mañana podremos lamentar resultados amargos.
La violencia es un monstruo que a la larga termina devorando a su creador, reeditando la vieja leyenda de Frankestein.