¡Quién se hubiera imaginado! Como salido de un cuento, allí está Rolindo. Trae bajo el brazo la nueva Ley de Comunicación que le han dado haciendo en Carondelet. Sí, hablo de los mismos que hicieron la Constitución. Al inicio y al final.
¡Miren qué lindo que se ve! No está como cuando era estrella de TV y defendía con vehemencia la libertad de expresión. Miren su porte, mirada penetrante y ademanes. No crean que ha cambiado de religión. “Qué es esa huevá” es algo del pasado. Lo que pasa es que ahora es legislador y tiene que demostrar a Su Majestad cuánto ha avanzado en su nuevo oficio: la política.
Y es que para ser ‘político’ hay que parecerlo, sobre todo. Porque en tiempos de la revolución ciudadana el cambio es solo de formas. Hoy todo pasa por un esencial asunto de fidelidad, servilismo y vasallaje.
Fidelidad, servilismo y vasallaje para aprobar leyes que les convienen. Rolindo ha aprendido, igual que sus colegas de bancada, que hacer política es alzar la mano o agachar el lomo. Por eso es vano e inoficioso fiscalizar. Las instancias de control como la Asamblea, Fiscalía, Procuraduría o Contraloría son para perseguir a la oposición. Claro, no hay que descuidarse. Es importante mantener las apariencias. No se vaya a dar cuenta la gente de esta farsa.
Me pregunto: ¿qué hubiese pasado si la prensa no denunciaba los vergonzosos negocios del hermano del Presidente y otros funcionarios del Régimen? ¿Para eso es la ley Rolindo? ¿Para silenciar a la prensa? ¡Dios mío! Si por el ojo tuerto se le pasa al Presidente todo lo que dice Fabricio, ¡cómo será por el otro! Lo que sucede, en realidad, es que la ‘prensa corrupta’ exagera. Sí, como oyen: exagera. Por eso han encomendado a Rolindo que haga algo acorde con los tiempos.
Algo que regule, controle y coarte la libertad de expresión. Las regulaciones establecidas durante las dictaduras militares fueron muy blandas. Se requiere de leyes más duras capaces de domesticar o, mejor aún, domar incluso a la bestia más salvaje. No importa si se hace una reproducción casi textual de la ley venezolana o si se incluyen algunos consejos de Fidel. Al fin y al cabo, él tiene más conocimiento y experiencia.
Se trata es de amordazar a la prensa. Ningún medio puede investigar, informar u opinar libremente de los actos del Gobierno. Quien ose hacerlo tendrá que atenerse a las consecuencias: penas, multas, reversión de frecuencias o no renovación de permisos de funcionamiento. La libertad de prensa no es un asunto solo de los medios. Es pilar fundamental de la vida en democracia. Todos estamos avocados a defenderla y salvaguardarla. Rolindo y su corte nuevamente se equivocan.