Sixto Morán Pinto
Una Ley de Aguas debe ser hecha por profesionales que han vivido los variados problemas de este escaso como insustituible recurso: abogados que han resuelto muchos de ellos e ingenieros hidrometeorólogos e hidráulicos que han cooperado en sus soluciones. ¡No puede ser hecha jamás con criterios políticos porque resultaría un fracaso!; los complicaría aún mucho más.
Hay que partir de una realidad indiscutible: nuestro país tiene un enorme déficit de aguas, aún las grandes ciudades como Quito y Guayaquil no tienen la suficiente y numerosos suelos fértiles no producen por imposibilidad de regarlos: no hay de donde tomarlas.
Una idónea Ley de Aguas, entre varias cosas, debe contemplar obligaciones de los gobiernos de turno para tratar de acrecerlas, las pocas que existan. ¿En qué forma?:
1-Creando fuentes de condensación a través de bosques con especies propias para el efecto y en lugares aparentes que capten las voluminosas corrientes húmedas, millones de millones de metros cúbicos, que a merced de los vientos alisios deambulan del Atlántico hacia el Pacífico; 2- Produciendo lluvias artificiales (solución al momento para el embalse Paute) y 3-Aprovechando las numerosas corrientes subterráneas que discurren por las cuencas hidrográficas, paralelas, interiormente a las superficiales.