En uno de los últimos encuentros culturales con motivo del Bicentenario, llamó mi atención uno de los que llamo libros-joya por constituir un aporte tanto en su contenido científico como en su presentación editorial. Este, al que voy a referirme, es una contribución al mejor conocimiento de nuestros pueblos ancestrales, particularmente los Caras o Caranquis, grandes constructores de Tolas. A su autor, el notable antropólogo Jorge Ortiz Arciniegas, renombrado profesor de colegios de Quito, no le había visto en los últimos años, aunque había seguido con interés su recia trayectoria de investigación sobre los pueblos originarios de la región Andino-ecuatorial-amazónica, a quien se debió la promoción del complejo arqueológico de Cochasquí, donde todavía subsisten decenas de tolas en sus diversas manifestaciones, en especial, aquellas que la misión arqueológica de la Universidad de Bonn determinó como pirámides truncadas con rampa de acceso.
El libro de Ortiz es un informe científico completo sobre Cochasquí, gran centro político, ritual y militar del pueblo Cara, de aquel que arribó a las costas de Manabí (Cultura de Bahía de Caráquez), se expandió hacia el norte, ascendió y logró establecer en Quito una poderosa monarquía que fue extendiéndose hasta colindar, no sin choques, con los Pastos al Norte y los Cañaris al Sur y penetraciones hacia el Occidente, márgenes orientales del río Guayas, con los Chonos, también constructores de tolas y hacia el Oriente, los Quijos.
El primero que recogió estas tradiciones fue el padre Juan de Velasco, ilustre jesuita del siglo XVIII, uno de los expulsados por Carlos III. González Suárez, su discípulo Jijón y Caamaño y otros iniciadores de la arqueología en el Ecuador, educados con criterios eurocentristas, arremetieron contra el padre Velasco y su Historia del Reino de Quito, ardorosamente defendidos por Pío Jaramillo Alvarado, Luciano Andrade Marín y en los últimos tiempos, en mi ‘Breve Historia Contemporánea del Ecuador’, Fondo de Cultura Económica, 1994.
Uno de los puntos que selló mi amistad con Lenin Ortiz fue el firme convencimiento sobre el valor científico de la historia del Reino de Quito del padre Juan de Velasco, asunto al que vuelve Lenín con argumentos científicos de última data que confirman la existencia del Reino de Quito.
Cuando la edición del extraordinario libro de Lenin Ortiz estaba por concluir falleció el ilustre antropólogo que había sido asesor en el trayecto Quito-Manaos de la nueva expedición científica internacional por el río Amazonas. La muerte de Ortiz (1940 -2009) de la que informa la solapa del libro nos trae a la memoria, más que el viejo refrán campesino “Jaula acabada, pájaro muerto”, que su último excelente escrito de nuestro admirado compatriota fue en realidad un verdadero “Canto del cisne”.