Por fin. Han pasado tres años para que los vecinos de San Roque recuperen uno de sus espacios tradicionales y comunitarios: la lavandería ubicada en las calles Bolívar y Quiroga.
Algunos vecinos no tenían dónde lavar su ropa y ahora que se anuncia la reapertura de este espacio comunitario, se genera expectativa. La tozudez y el entusiasmo de los moradores del sector permitieron que las puertas se abran. “El local fue cerrado porque estuvo a cargo una persona que no colaboró con el cuidado de la infraestructura”, dice Carmen Almeida, presidenta del Comité de Seguridad de la Ipiales.
Para reabrirla, unos 50 vecinos realizaron una minga el 27 de septiembre. Con herramientas en mano, se dedicaron a cortar matorrales, pintar, barrer y adecentar el lugar.
María del Carmen Revelo, a sus 76 años, no colaboró con esa tarea, pero sí estuvo presente para dar ánimos a la gente. Su caminar es difícil por la cojera que tiene en una de sus piernas, fruto de una vida dedicada a lavar ropa ajena. Ella habla de seis décadas.
Tiene la memoria fresca y rememora los días de esplendor del lugar: “Hace años había mucho compañerismo, a cada señora que lavaba aquí le pedíamos una colaboración de un equivalente a 25 centavos de dólar, a la semana, para comprar escobas y trapeadores. También invertíamos para la misa y la fiesta de Jesús del Gran Poder (en diciembre) y la Virgen María (en mayo)”.
Las procesiones con esas imágenes, recuerda María Bunshi, otra usuaria del centro, se realizaban con devoción y alegría de jóvenes y viejos.
Las compañeras de lavado, agrega Bunshi, venían de varios lugares de Quito. Entre todas se conocían y hasta los guaguas eran amigos entrañables.
Esa misma camaradería y solidaridad desean recuperar. Para ello, indica Almeida, las 60 usuarias se organizarán en turnos y colaborarán con el mantenimiento y la armonía.
También se buscará una persona para que cuide el predio de forma provisional, porque una vez que el Instituto Metropolitano de Patrimonio complete la rehabilitación del inmueble, el Cabildo se hará cargo de la administración.
Y ¿cuántos años tiene la lavandería? Revelo no duda en responder, dice que 70. Aunque en los anales de la ciudad se señala que esta y otras lavanderías se construyeron en las primeras décadas del siglo XX.
Isidro Ayora, presidente del Concejo Municipal entre julio 1924 y junio de 1925, ordenó la edificación de estos lugares para mejorar la higiene y el aseo de la población quiteña. También para alivianar, de alguna manera, el trabajo de esas mujeres que tenían que acudir a las quebradas y sufrir las inclemencias de tiempo y la humedad por muchas horas. Por esto, la ubicación de las lavanderías tuvo relación con los sitios donde había acequias.
María del Carmen Revelo cuenta que su madre lavaba ropa ajena en La Cantera y cuando había mucha demanda iba a las quebradas cercanas, desde las 05:00 hasta las 17:00; las jornadas eran extensas y agotadoras. Por eso, cuando inauguraron la lavandería de la Quiroga para ella fue “una suerte de bendición”.
Ahora, estará administrada por las usuarias. Pero el pago de los servicios (agua y luz) correrá por cuenta del Municipio.
Gabriela Gallardo, funcionaria municipal, cuenta que el gasto del agua de las lavanderías (9 en el Centro) depende del número de usuarias y de piedras de lavar (la lavandería de la 5 de Junio tiene 15 piedras y la de La Ermita, 50). Sin embargo, en promedio, se paga entre USD 60 y 200 por mes.
La reapertura de este sitio es oportuno, pues el Centro Histórico tiene viviendas antiguas que albergan a muchos inquilinos (entre siete y 10 familias) y las piedras para lavar son insuficientes (tres o cuatro en promedio), admite Guillermo Gavilanes, usuario de las lavanderías municipales.
Son familias pobres y es conveniente lavar en estos espacios, aclara Gallardo.
Otra ventaja es que se evitan las disputas entre los vecinos de la misma casa, porque cada inquilino tiene contadas horas para el cuidado de la ropa. Entonces, utilizar las lavanderías les permite evitar problemas y gastar el poco dinero que tienen, por su condición económica, admite Gavilanes.
Como vecino de la calle Bolívar agrega que a veces los dueños de casa cobran dinero extra por la lavada de ropa, una actividad que se mantendrá por años. Todo porque hay mujeres jóvenes que han toman la posta a las de antaño.